Señor Director:
Los argumentos planteados por
Eugenio Tironi en la columna del 13 de diciembre se basan en una noción extremadamente determinista de la realidad. Citando a Putnam, plantea que las habilidades que determinan el éxito escolar se encuentran presentes en edades muy tempranas, las cuales, a su vez, dependen de ciertos elementos asociados al contexto y al nivel de vulnerabilidad del hogar.
Bajo esta idea, los resultados académicos estarían determinados por habilidades que se desarrollan muy temprano en la vida. La consecuencia de esta postura es que para avanzar en educación debemos intervenir estas variables contextuales cuando los niños son pequeños. Por el contrario, quienes trabajamos en políticas en educación estamos convencidos de que la escuela puede hacer la diferencia.
Hay ciertas intervenciones, a las que Christopher Jencks ha llamado de tipo compensatorio, que buscan subsanar las desventajas de los estudiantes que provienen de contextos más difíciles para lograr que todos avancen. Bajo esta idea, en la medida en que se compensen las desventajas de origen, la escuela puede transformarse en un espacio donde todos pueden aprender. La ley de Subvención Escolar Preferencial ha demostrado ser un excelente ejemplo de este tipo de intervenciones. Existe evidencia de que esta política se asocia a mejores rendimientos de los grupos más vulnerables y, por lo tanto, a una disminución de la brecha socioeconómica en los aprendizajes.
Quisiera llamar la atención respecto del peligro que pueden implicar afirmaciones como las señaladas en la columna antes citada. Bajo esta perspectiva, la escuela sería un lugar inocuo donde es imposible generar los mismos logros educativos en niños de distinto origen socioeconómico. Entendemos que esto último es extremadamente difícil, pero no imposible. La escuela puede y debe ser un lugar donde todos tienen las mismas oportunidades de aprendizaje y donde todos pueden desarrollar su potencial.
Carolina Flores
Jefa de la División de Estudios Agencia de Calidad de la Educación