Las prioridades en el fútbol chileno son como la retórica política. Se acomodan a los tiempos y a las necesidades sin ningún tipo de pudor.
Mario Salas se encargó hace meses de declarar a quien lo quisiera escuchar que el plantel de Universidad Católica estaba en condiciones de disputar hasta el último aliento todo lo que se viniera por delante. Que esa siempre había sido su filosofía. Que para eso estaban preparados física y mentalmente. Que tenía un grupo de jugadores calificados y competitivos. Que era poco menos que un insulto a sus capacidades plantearle que desecharían un campeonato para privilegiar otro. Que en un club como en el que está todo, hasta los amistosos, se juega para ganar. Salas, en rigor, no afirmó nada distinto de lo que cualquier entrenador que se precie de tal diría, sobre todo si sus palabras se fundaban en un supuesto que solo el destino clarificaría en el tiempo.
Pues bien, enfrentado a lo que el tiempo y las necesidades definieron, Salas privilegió el torneo nacional por sobre la Copa Chile. Lo hizo manifiesto cuando vio que su opción en el segundo certamen disminuyó ostensiblemente tras perder como local en la semifinal, y también cuando su discurso original, el de "vamos a todas con todo", no tuvo un relato realista. Se acomodó a las circunstancias, como asimismo lo hicieron los directivos del club cruzado, para terminar entregando parte del botín de la temporada a un rival que fue superior, y que por la renuncia por adelantado vio su objetivo facilitado.
Las buenas intenciones de los entrenadores tanto como las voluntades de los dirigentes quedan remitidas a lo que refleja el segundo párrafo: el recitado de declaraciones de principios relativos que no buscan otra cosa que dejar tranquila la conciencia y el anhelo de los hinchas. Por eso el episodio del abandono de la UC en Copa Chile no es algo casual, sino que evidencia que las prioridades en el fútbol chileno se acomodan según los resultados y que se está muy lejos, por desgracia, a que responda a una planificación central o de las potencialidades de un plantel capaz de asumir exigencias paralelas con la misma concentración. (Si uno de los clubes más serios del medio nacional debe rendirse ante la presión de arriesgar, ¿qué se puede esperar de los que navegan sin rumbo?).
Por si no bastara, queda en esta historia un capítulo fundamental por escribir: el destino de Universidad Católica en el torneo nacional. Porque a partir de cómo sea el epílogo, la decisión de desatender la Copa Chile tendrá una nueva lectura, en la que Salas y su directiva deberán entregar más que explicaciones si es que no se consigue el logro que motivó la cesión. Y ahí sí que no hay retórica que alcance para mitigar el dolor de la hinchada.