Hemos vivido una pésima experiencia bajo la administración que rige. No tiene parangón desde que se restableció la democracia. Descartemos las encuestas, quedémonos con lo observado por cada uno de nosotros. Llama mucho la atención, porque la Presidenta gozaba de gran popularidad, incluso durante los años que estuvo fuera de Chile, y, sin embargo, se derrumbó con la velocidad del rayo luego de ser reelegida. "La Presidenta y el gobierno son presas de la desesperanza y abatimiento, no parece importar cómo termine este gobierno" (Navarrete). Es la sensación ambiente que circula cotidianamente.
¿Qué pudo pasar? Es una incógnita abierta.
Una respuesta fácil es atribuirlo al escándalo conocido como "caso Caval". Claro que afectó a la Mandataria en términos personales y pudo, a lo más, deteriorar su carisma, pero no su gobierno. Por tanto, debemos incluir su gabinete y la coalición que se constituyó para elegirla si queremos entender qué ocurrió. Reflexionar sobre el tema ayuda a sopesar el estándar político del país y puede ser útil pensando que la carrera para sucederla está en marcha y debieran tomarse los resguardos para no repetir conductas y desaciertos políticos cometidos, por sanidad democrática que sea. Me parece un problema estructural y estratégico.
Los partidos de la Concertación se propusieron recuperar el poder político a todo trance y teniendo a la vista la popularidad que mantenía Bachelet, quisieron aprovecharla ofreciéndole que fuera candidata para los comicios presidenciales de 2013. Hay fundadas sospechas de que ella se convenció medio forzada. La fueron a visitar. Se le aseguró respaldo partidario, una Nueva Mayoría (Concertación más PC) y cuadros profesionales del conglomerado elaboraron un denso programa de gobierno, que ella vino a conocer tardíamente; solo faltando 20 días para las elecciones dio a conocer un resumen ejecutivo del mismo y los partidos del bloque lo suscribieron felices. ¿Estudiaron en detalle el programa? ¿La candidata lo hizo en profundidad? Lo dudo. No era lo importante en ese momento.
Se trataba de una "planificación global" de carácter sumamente ideológico. En forma de declaración de intenciones se prometió realizar drásticos cambios en ámbitos y niveles inimaginables, solo posibles de realizar en décadas. Convengamos que es irresponsable generar expectativas de ese calibre y bastante demagógico, con el agravante de que los proyectos emblemáticos presentados al Congreso han debido ser reformulados, provocando largas discusiones para terminar aprobándose parcialmente y a última hora. La herencia que dejará la administración es paupérrima. Los desacuerdos entre los propios partidarios son demostración palmaria de que en el conglomerado no existían - hoy es evidente- convicciones compartidas y que había cierta ignorancia parlamentaria sobre los reales contenidos del programa. El pacto de gobierno fue por conveniencia, una insensatez que hoy golpea a una Presidenta sin liderazgo.
Han intentado cogobernar pauteándola, solicitando cambios ministeriales. En verdad, han reeditado las peores prácticas políticas que creíamos desterradas. La descomposición es tal que del oficialismo han surgido duros cuestionamientos dirigidos al Gobierno y a la Presidenta, la misma a la que antes reverenciaron y hoy le toman distancia: "hay reformas que fallaron por su ejecución en el actual gobierno", "los problemas con los partidos no tienen mucho arreglo... no tiene apoyo en la coalición".
¿Dónde están los soberbios que anunciaban un "nuevo ciclo"? ¡Preocupados ahora de la próxima elección! Se ufanaban de ser demócratas olímpicos y sin embargo denigran el sistema. Nunca hubo consistencia en el bloque y en el Gobierno. Simularon entenderse porque se trataba del poder. ¿Quién asume ahora la responsabilidad por dejar un gobierno al garete? Qué falta de interés por el país, qué pusilanimidad. Chile necesita mejores autoridades y estándares políticos. Un bloque gobernante coherente.