Trump ganó en Estados Unidos. En el plano de las relaciones políticas, a nosotros no nos va ni nos viene. Simplemente porque seguimos siendo del montón, ya que no nos gusta ser más. Y así dependemos de las burocracias del Departamento de Estado y de la CIA, y no de las altas instancias políticas que se renuevan con las elecciones. Estos organismos, para el nivel nuestro, se manejan solos y por aparte de los gobernantes elegidos. Y ya sabemos sobradamente cuán ignorantes y desatinados han sido. Me refiero a las personas en que se encarnan y que son los que dictaminan protegidos por el paraguas de constituir el Gobierno de los Estados Unidos. Son oscuros individuos del establishment , cuyos nombres difícilmente llegaremos a conocer.
Trump ganó porque se puso en la vereda opuesta a ellos, con lo que obtuvo el respaldo del huaserío norteamericano, que es precisamente el grueso de la gente que no vive en las costas este ni oeste. Ellos pudieron votar y decirles ¡basta! Están hastiados de que los ninguneen y pasen a llevar sus esfuerzos y su estilo de vida heredado de los siglos. Nosotros, en cambio, no tenemos derecho a pataleo y tendremos que seguir tragándonos las iluminadas recetas de aquellos conductores, maestros en el arte de moverse en el claroscuro de los subterráneos. Como son "progresistas" están convencidos de que sus brillantes ideas configuran el futuro de la humanidad, lo que les autoriza y legitima todas las barbaridades y crímenes que se les han conocido a través del tiempo. Actúan mediante la imposición y, por lo mismo, se llenan la boca con la palabra democracia y continuarán impunes a pesar de Trump y de cualquier otro.
El problema de ser chicos y, peor aún, de no querer ser grandes, es que nos condenamos de por vida a depender de esos individuos secundarios y déspotas. Solo nos puede sacar de este hoyo negro un grande y no estridente acuerdo nacional, tácito y mancomunador: algo así vivimos hace cuarenta años y eso nos permitió alejarnos de las frustraciones a que nos habían llevado el populismo y las maquinaciones de corto alcance de mediados del siglo XX, y que hoy dominan en los estamentos que nos gobiernan. Pero difícilmente el presente nos acompaña para tamaña empresa. Carecemos de líderes y de un marco institucional adecuado que encaucen los esfuerzos y eviten el desperdicio de energías a que nos llevan las hebras de espíritu barroco que tenemos en nuestro ADN. Estas son renuentes a la disciplina y la tenacidad que requiere la conquista del futuro.