Una esforzada Emily Blunt es una mujer alcoholizada que no trata en lo absoluto de reponerse de su divorcio. Atrapada en un viaje eterno en tren, de ida y vuelta y siempre bebiendo en el asiento, desde la ventanilla observa la que solía ser su calle y su casa, y se queda pegada a una vecina que no conocía: una sexy rubia con una vida fogosa e ideal. Basada en el best seller homónimo y con una estructura "literaria" que solo es pretensión vacía (con confusos capítulos que enredan más la cosa, del tipo "Hace 6 meses", "Hoy", "Hace 4 meses", etc.), "La chica del tren" es cine ochentero vulgar y sin demasiados grises. Básica hasta para descorchar culpables, es una de esas pésimas buenas películas, porque uno se ríe donde no hay que hacerlo y se pone serio donde habría que asustarse. Si estuviera en su tumba, el director Adrian Lyne estaría revolcándose en ella, porque esta malograda cinta es un homenaje constante a ese cine facilón y efectista que practicó en los años 80, con títulos como "Flashdance", "9 semanas y media" y la moralista y castigadora "Atracción fatal". Señor Lyne: yo que usted, mejor demando por plagio. Aunque hay una diferencia: lo malo de los 80, nadie lo hizo mejor que usted.
"The girl on the train". Suspenso. EE.UU., 2016.
112 minutos. Mayores de 18.