Esta película se abre con un elegante plano que sigue a una niña a través de los amplios espacios de un colegio, y culmina en un pasillo donde simplemente unos amigos gritan su nombre, una especie de anticlímax para un recorrido visual tan lustroso. Así es esta cinta: un denodado esfuerzo de contención desarrollado en un campo minado.
Para empezar por el principio: este filme ha sido descrito como una recreación del caso de la jueza Karen Atala, que en 2004 perdió la tuición de sus tres hijas debido a su condición de lesbiana y más tarde obtuvo el reconocimiento de sus derechos en la Corte Interamericana. Rara puede haber tomado base en ese caso, pero no lo sigue.
Más aún: la relación entre Paula (Mariana Loyola), la madre de dos niñas, y su pareja argentina Lía (Agustina Muñoz) permanece en un completo segundo plano. El relato se desarrolla desde el punto de vista de la niña mayor, Sara (Julia Lübbert), de 13 años, que contempla con cierta incomodidad lo que ocurre a su alrededor: el reproche de la dirección del colegio, la curiosidad de alguna amiga y, muy por sobre todo, la hostilidad de su padre, Víctor (Daniel Muñoz), hacia las decisiones de su madre.
Sara y su hermana Catalina (Emilia Ossandón) no son nunca objeto de discriminación; no están en la posición de víctimas ni sufren por su familia; tampoco la relación entre Paula y Lía es conflictiva, ni siquiera con el temperamento excesivo de la primera. Nada de eso: el lesbianismo no da motivos de nada. No es más que un apunte.
Y sin embargo, a Sara la agita una visible rebeldía. ¿Es una expresión de su preadolescencia? ¿Un enojo difuso contra la separación de sus padres, cuyas discusiones mira desde la distancia y escucha en forma solo fragmentaria? Sara ya se siente heterosexual, pero no llega a configurar un reproche contra su madre. Quiere a su padre, pero rechaza irse a vivir con él. Sara es una niña discreta, amorosa y a la vez enredosa, capaz de armar un lío con su sola e imprecisa descripción de los hechos.
No es fácil empatizar con un personaje así, pero Rara no deja alternativas: la cámara está con Sara, las conversaciones son las que ella escucha, los ruidos son los que la circundan. No es una historia sobre el mundo adulto, sino la historia de una niña. No había para qué llamarla Rara, excepto por innobles razones de márketing.
Innobles, porque la debutante directora Pepa San Martín filma con enorme delicadeza, casi se diría con castidad. Sus largos planos fijos funcionan como "bloques" visuales que se acumulan uno sobre otro tratando de mantener el equilibrio. El resultado es una continua elusión del melodrama, el desborde, el exceso y la peste del sentimentalismo, precisamente porque merodea en torno a la pregunta más severa e importante que puede hacerse una niña: cuál es el lugar que ocupa en el mundo.
Rara
Dirección:
Pepa San Martín.
Con: Julia Lübbert, Emilia Ossandón, Mariana Loyola, Agustina Muñoz, Daniel Muñoz, Sigrid Alegría,
Coca Guazzini.
89 minutos.