L. Adriasola y S. Sottorff

"Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma; o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos".

Así, la Congregación para la Doctrina de la Fe oficializó ayer en el Vaticano la instrucción "Ad resurgendum cum Christo", que establece nuevas normas para las sepulturas y la conservación de cenizas.

Con ello queda prohibida no solo la dispersión de los restos de un ser querido, sino que además el mantenimiento de las cenizas en las casas, tal como ocurre hoy.

"La conservación de las cenizas en un lugar sagrado ayuda a reducir el riesgo de apartar a los difuntos de la oración (...) y se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos que pueden sobrevenir; sobre todo, una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas", establece el documento firmado por el Papa Francisco.

"En el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias", agrega el documento.

Pese a que la Iglesia admite que "no ve razones doctrinales" para prohibir la cremación, sí establece que lo más recomendable es la sepultura de los cuerpos.

En todo Chile existen actualmente ocho crematorios autorizados y se estima que solo el año pasado, unas tres mil personas fueron cremadas. Hace una década, la cifra de estos procedimientos no superaba los 1.500. Asimismo, existen sesenta memoriales parroquiales para que las familias puedan dejar las ánforas de sus seres queridos.

Los recintos -que son administrados por la Fundación Acoger, que además mantiene el Cementerio Católico- están repartidos entre Santiago y el puerto de San Antonio.

En la capital se pueden encontrar memoriales en parroquias de distintas comunas, e incluso en la cima del cerro San Cristóbal. Según explican desde la fundación, cada habitáculo tiene una capacidad máxima de tres ánforas.

Para dimensionar la eficiencia del espacio que tienen estos lugares, en un terreno de menos de un cuarto de hectárea pueden descansar 5.400 personas, mientras que en las 12 hectáreas y media que tiene el Cementerio General, lo hacen 200 mil.

De los quince mil habitáculos disponibles en el país, 5.500 ya están vendidos, según la Fundación Acoger.

Comprar un habitáculo perpetuo en algún memorial tiene un costo aproximado de $900 mil.