La ANFP entregó el balance del 2015 en el primer Consejo de Presidentes a puertas abiertas realizado en la década. Más de 24 mil millones de pesos en pérdidas que sorprendieron a la concurrencia, pese a que la inmensa mayoría bailaba la danza sobre el volcán, en la frenética fiesta organizada por Sergio Jadue para goce y disfrute del colectivo. Aparentemente ni rojos se pusieron.
A puertas cerradas fue, obviamente, la segunda parte de la asamblea, donde los 31 clubes analizaron qué harán, cuándo y a qué precio con el principal de sus activos, el CDF. Los mismos que hasta el año pasado iban lanzados cuesta abajo en el tobogán interminable del despilfarro, la corrupción y la jarana, pero que ahora son connotados especialistas financieros y expertos en proyecciones a futuro. La vez anterior, cuando aún don Sergio era el timonel, dije que terminarían eufóricos y forrados, por lo que me amenazaron con querella. Esta vez me quedaré callado.
Ya desde Quilín han mandado señales claras de que las auditorías e investigaciones serán acotadas y no se extenderán hasta el 2011; que las querellas se circunscribirán a Jadue y sus dos o tres amigotes (porque sería muy raro que fueran en contra de los mandantes de la actual mesa) y que la prioridad no confesada será buscar un salvavidas rápido e imprescindible para aquellas instituciones que se ahogan irremediablemente por culpa de su mala gestión. Como suele decirse desde hace rato en los pasillos del organismo, "es un negocio privado que se maneja a conveniencia de sus accionistas". Esa es la verdad y lo otro -como diría el ministro Fernández- es pura fantasía.
No hay esperanzas de cambio, tampoco. El negocio de los derechos televisivos fue el que hundió a la FIFA, la Conmebol, la UEFA, a Jadue y seguramente seguirá siendo el vórtice de las próximas hecatombes, si no se maneja con transparencia, licitaciones públicas y las cartas a la vista. Por eso llama la atención -por más privado y millonario que sea el negocio- que se siga discutiendo a puertas cerradas y con tanto hermetismo. Hay algunos temas que más valdría ventilar con las ventanas abiertas, pero eso es de una ingenuidad indigna para un columnista tan veterano.
Que, de todas maneras, pecó de naif hace una semana, cuando pensó que estábamos frente a una linda oportunidad de comenzar a tirar de la hebra de las barras bravas. Con un par de gambetas algo rústicas, le pegaron de puntete y para arriba (como debió haberlo hecho Claudio Bravo frente al depredador Luis Suárez) y tendremos que seguir navegando en aguas hipócritas cada vez que se avecine un clásico.
En todo caso, las cosas ahora son más simples. ¿Se ha fijado en la estoica paciencia de las barras bravas con las directivas y los entrenadores, pese a las malas campañas? No hay ni un miserable lienzo acusatorio, porque todo se canaliza hacia "algunos jugadores" nomás. Los riesgos que hoy se corren son los del "apriete", los banderazos y los secuestros con violencia en la locomoción pública. Ya nadie le teme a una mala racha, salvo aquellos que "fueron limpiados" por presión de la barra tras un asado, ¿se acuerda? Los que están detrás del bombo hoy parecen más instrumentos que amenazas. Pero puede ser una pura impresión nomás.