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Editorial
Domingo 23 de octubre de 2016
Elecciones de compleja interpretación
Ante la elección municipal a verificarse hoy en un ambiente de desconfianza y decaimiento de las virtudes cívicas...
Cruda muestra de cómo la apatía y el descrédito de la política terminan entregando el espacio público a vertientes populistas, y reemplazando el debate racional por la confrontación agresiva y el espectáculo, la campaña electoral estadounidense amerita alguna reflexión en Chile. Porque si bien hasta ahora ese tipo de expresiones ha jugado un rol más bien marginal y revestido de pintoresquismo, el país no dispone, para enfrentarlas, de mecanismos de contrapeso institucional comparables en su grado de asentamiento a los de Estados Unidos. Ante la elección municipal a verificarse hoy en un ambiente de desconfianza y decaimiento de las virtudes cívicas, el panorama que ofrece la principal democracia del mundo constituye una fuerte alerta respecto de los riesgos de renunciar a una participación política responsable.
Precisamente esa renuncia, manifestada en las altas cifras de abstención que vienen registrándose desde la instauración del voto voluntario, carga de impredecibilidad estos comicios, que en muchos casos pueden terminar definiéndose por estrechísimas diferencias de votos y por la capacidad movilizadora de ciertos caudillos locales. Ello, sumado a las imprevisibles consecuencias de los bochornosos errores en el padrón electoral, y a las dinámicas y autonomía propias del mundo municipal, relativizará cualquier interpretación.
Abdicación opositora
Es esperable, por ejemplo, que -producto de las referidas dinámicas y de la heterogeneidad de fuerzas que confluyen en la Nueva Mayoría- los candidatos ligados a la coalición oficialista sumen un caudal de votos superior al menguado respaldo que, según todas las encuestas, concita el Gobierno; obviamente equivocado sería concluir de ello -como probablemente intentará hacerlo el discurso oficial- un alza en el apoyo al desempeño de esta administración y a la implementación de su programa reformista.
Lo anterior, más aún cuando la oposición ha abdicado de la tarea de dotar de significación política a estos comicios. En efecto, la centroderecha concurre sin una plataforma sólida ni explicitando una visión alternativa a la de la Nueva Mayoría. Y si bien sus listas de concejales incluyen candidatos atractivos y jóvenes empeñados en impulsar una renovación, su elenco de postulantes alcaldicios ofrece debilidades y, salvo excepciones, no logró reunir a los rostros más potentes del sector bajo la consigna de recuperar comunas emblemáticas. Al parecer, la expectativa de volver al Gobierno estuvo lejos de verse acompañada por una disposición de esas figuras para contribuir de modo concreto a crear las condiciones para tal retorno.
La política, arrinconada
El proceso que ha antecedido a estas municipales deja planteados temas que corresponde abordar prontamente. Desde luego, no ha sido feliz el debut de las nuevas disposiciones que regulan las campañas y su financiamiento. En nombre del purismo académico -y en un contexto de percepción de corrupción que supera con creces la entidad real del fenómeno- se han establecido normas que en los hechos han impedido a los ciudadanos informarse adecuadamente, como lo acreditan numerosas encuestas que muestran un alto desconocimiento de quiénes son los candidatos en carrera, repitiendo los errores cometidos al implantar el voto voluntario. Así, en lugar de las campañas inteligentes que prometía la legislación, se ha visto un arrinconamiento de la política, relegada a mínimos espacios públicos o a los patios de quienes aceptaron instalar propaganda en sus casas. Paradójicamente, aquel rigorismo con el que se pretendía reanimar el entusiasmo democrático amenaza producir el efecto inverso: el de un sistema congelado por normas que favorecen la perpetuación de los incumbentes.
Parece también conveniente revisar ciertas prácticas en el modo de abordar la discusión pública, donde el bienintencionado esfuerzo por dar trato igualitario a todas las postulaciones termina abortando las posibilidades de un verdadero debate entre las opciones realmente en juego. Así ocurrió con los foros televisivos en la última elección presidencial y se volvió a ver en esta municipal. Democracias avanzadas han resuelto hace ya tiempo esta cuestión, por la vía de exigir niveles mínimos de apoyo a partir de los cuales se puede acceder a tales instancias. Más que una equidad meramente formal, la democracia demanda espacios en que los planteamientos de las candidaturas con verdadero arraigo ciudadano puedan ser cuestionados de modo serio y profundo. Cuando ello no ocurre -y se vio en esta campaña-, el debate termina limitado o al ataque personal, o a la repetición de listas de propuestas que intentan ser atractivas, sin espacio para una evaluación seria de estas ni menos para la rendición de cuentas por parte de las autoridades en ejercicio.