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Editorial
Domingo 23 de octubre de 2016
Señales de la conducción económica
El ministro Valdés deberá hacer ver a sus colegas del gabinete y a los partidos oficialistas que la coyuntura actual exige cerrar filas tras la austeridad fiscal que ha propuesto y abocarse a despejar las incógnitas regulatorias que ha levantado el programa de gobierno.
Justo cuando parecerían estar aflorando ciertos signos de un eventual mejoramiento del clima económico nacional, la sensación de desgobierno que deja el episodio del padrón electoral, y el sorprendente cambio ministerial que lo sucediera, pueden asestar un nuevo golpe a la confianza y echar por tierra esas esperanzas. Desde el Gobierno es necesario dar una clara señal de que, cualesquiera sean sus complicaciones políticas, durante los diecisiete meses que le restan en La Moneda, su política económica mantendrá un camino realista y creíble.
Un importante paso ha dado el Gobierno al presentar un proyecto de ley sensato para el presupuesto fiscal del próximo año. En cambio, es en el terreno de las definiciones políticas que determinan su programa legislativo donde hasta ahora el Gobierno no ha logrado entregar señales auspiciosas y convincentes. La reforma laboral -por ejemplo- culminó en una modificación legal que eleva costos, desalienta la contratación de trabajadores y se presta para una inconveniente judicialización de las relaciones laborales. Hay toda una agenda adicional de iniciativas laborales en el Congreso, promovidas por parlamentarios oficialistas, que acrecientan la incertidumbre. Mientras tanto, las propuestas previsionales esbozadas por la Presidenta Bachelet semanas atrás carecen todavía de definiciones y precisiones clave. Las incertidumbres en el campo laboral y previsional, así como en variadas regulaciones sectoriales, son absolutamente antagónicas al clima de estabilidad y confianza que es imprescindible para reanimar la marcha de la economía.
La responsabilidad de encauzar la política económica por buen rumbo y mantener el timón con mano firme recae principalmente en el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés. La aparente acefalía política en la que deja al Gobierno el fracaso de su "ley exprés" para subsanar el problema de los registros electorales y la salida del ex ministro de Energía Máximo Pacheco -quien se especulaba accedería a responsabilidades mayores- le significan a la conducción económica perder un respaldo muy valioso. Por ello, deberá ahora desplegar su estrategia con mayor autoridad y determinación. El ministro Valdés deberá hacer ver con claridad a sus colegas del gabinete y a los partidos oficialistas que la coyuntura actual exige cerrar filas tras la austeridad fiscal que ha propuesto y abocarse con urgencia a despejar las incógnitas regulatorias que ha levantado el programa de gobierno. Solo así será posible superar la desconfianza que nubla el futuro económico del país.