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Editorial
Jueves 20 de octubre de 2016
Acotado cambio de gabinete
El acotado cambio de gabinete no resuelve los problemas del Gobierno y tiene ingredientes que distraen, pero no le dan sentido ni cumplen las expectativas creadas con su anuncio...
Resulta improbable que el cambio de gabinete realizado por la Presidenta Bachelet satisfaga las expectativas de un giro político capaz de reencauzar la gestión del Gobierno, el que se demanda desde la Nueva Mayoría hace ya meses y que tras el fracaso del proyecto de ley exprés para duplicar el padrón electoral adquirió un tono de urgencia. Ya adelantó algo de esa insuficiencia la senadora Carolina Goic, presidenta del PDC.
Por de pronto, no se entiende -más allá del decidido gesto de la ministra Blanco de renunciar indeclinablemente ante la crisis política provocada por el Registro Civil, dependiente de su cartera- la necesidad de hacer un ajuste ministerial a días de la elección municipal. Los resultados de esos comicios pueden determinar movimientos en el equipo político, los que se verían ahora dificultados. Asimismo, se acerca la fecha límite -el 19 de noviembre- que tienen los ministros interesados en competir en las elecciones parlamentarias de 2017 para abandonar sus cargos, lo que también podría forzar un ajuste del gabinete.
Cuando la responsabilidad política se ha convertido en una frase ritual que parece carecer de sentido, el gesto de la ministra de Justicia, Javiera Blanco, de renunciar a su cargo como responsable política superior del Registro Civil, es un gesto de espíritu republicano. Pero la necesidad de empaquetar esa renuncia con la marginación del rostro más lucido del Gobierno, el ministro de Energía, Máximo Pacheco -que había planteado lo mismo que Blanco, en el sentido de apurar su salida, pero en su caso para ser coordinador de la eventual candidatura de Ricardo Lagos-, es difícil de comprender para el grueso público. Por último, la salida del ministro de Bienes Nacionales, Víctor Osorio, mientras se encuentra en una actividad oficial en el extranjero, tiene elementos de desprolijidad que denotan la precipitación con que se ha obrado.
A Osorio, militante de la Izquierda Ciudadana, lo releva Nivia Palma, abogada que se desempeñó como directora jurídica de esa cartera y no tiene militancia partidista. En Energía asumió el economista Andrés Rebolledo, también sin militancia, y hasta ahora director de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon) en la Cancillería. Jaime Campos, ex diputado y ministro de agricultura, se hizo cargo de la cartera de Justicia, restableciendo el predominio de figuras políticas del PRSD en esa cartera durante los años que Bachelet ha gobernado y que había sido interrumpido por Blanco.
No están claras las prioridades y énfasis que pretende la mandataria de sus nuevos ministros, ya que la Presidenta optó por no pronunciarse al respecto en el acto de juramento, agudizando la percepción de cierta improvisación en este ajuste parcial. Hace pocos días la Presidenta había desestimado la gravedad de la "contaminación" del padrón electoral, por lo que la decisión de Blanco de abandonar su cargo puede haberla sorprendido. Asimismo, la generosidad que se atribuye a la mandataria para liberar al ex ministro Pacheco para asumir como generalísimo de la precampaña de Lagos, de ser efectiva, podría molestar en otros sectores de la Nueva Mayoría alineados con otros precandidatos. Y en todo caso, ese desembarco arriesga reforzar la idea de una gestión presidencial en fase conclusiva, pese a que aún le resta un tercio de su mandato.
En rigor, el segundo gobierno de Michelle Bachelet ha transitado, con inusitada rapidez, de una gestión arrolladora -bajo la batuta del ex ministro Peñaillillo y previo al caso Caval- a una administración vacilante bajo la actual conducción política. Si los conflictos del primer período se debieron a una ambiciosa y controvertida agenda de cambios estructurales, las actuales polémicas surgen de la inacción, las contradicciones y la falta de rumbo político del Ejecutivo. Si al principio se manifestó una omnipotencia incontrarrestable y refundacional del poder, hoy se advierte ante todo un vacío del mismo. Ambos extremos han resultado negativos. En suma, el acotado cambio de gabinete no resuelve los problemas del Gobierno y tiene ingredientes que distraen, pero no le dan sentido ni cumplen las expectativas creadas con su anuncio.