Flanco en el aire: era uno de los grandes problemas posicionales de los ejércitos del siglo XIX.
Extender una línea de batalla para enfrentar al enemigo significaba siempre -en la defensa o en el ataque- que se podía ser rebasado por alguno de los flancos. Para protegerlos, se contaba con la caballería o, simplemente, con algún obstáculo natural en el que apoyarse, y así se impedía la maniobra enemiga.
La izquierda chilena lleva décadas con ese problema y no hay señales de que pueda solucionarse. En realidad, por definición, en este caso no hay solución.
La razón es simple: no son sus rivales quienes la rebasan por los costados, sino que desde sus mismas tropas ha fluido siempre el incontenible deseo de correrse más a la izquierda, y otro poco más, y más aún. Así, la línea de batalla se ha alargado indefinidamente y se ha hecho imposible la cohesión de las fuerzas de izquierda.
Comunistas y socialistas se rebasaron mutuamente por décadas; el MIR y el MAPU se encargaron de extender las líneas en la siniestra dirección y la Izquierda Cristiana las estiró aún más allá; reiniciada la democracia, los comunistas lideraron la fuga por la izquierda, pero con los años la gente de ME-O intentó una nueva maniobra de flanco, la que desde hace un tiempo Boric, Jackson y sus respectivas fuerzas -por una parte- y los anarquistas -por otra- extienden lo que más pueden.
Todo comienza entre alumnos universitarios -o entre sus ideólogos algo mayorcitos, más bien-, quienes siempre consideran que sus aliados son un poco burgueses, simples reformistas. Y entonces la línea se corre hacia la izquierda; y eso se expresa en nuevos grupos y partidos; y no paran; y así sucederá indefinidamente.
Hoy parece comenzar a establecerse un Frente Amplio de izquierda, con varias de las fuerzas que más se han empeñado por extender la línea. Pero esa iniciativa lleva en sí misma la marca del fracaso.
La marca del fracaso es la maniobra de flanco por la izquierda que será inevitable e indefinida.
Inevitable porque en el infantilismo de estos grupos siempre hay un nuevo juego que inventar. Indefinida, porque en todos y cada uno de los temas que le interesan a las izquierdas, la línea puede extenderse hasta el infinito.
Los controles en educación superior pueden llegar a ser estatizaciones y las estatizaciones concretarse en un programa único y totalitario. Las reformas tributarias pueden convertirse en expropiaciones del ingreso, y estas, devenir en exacciones. La defensa del medio ambiente puede transformarse en idolatría y la idolatría, en exclusión humana. La competencia estatal con los privados en pensiones y farmacias puede extenderse a la invalidación de esos negocios y al definitivo monopolio fiscal. La difusión de la cultura puede pasar del aparente pluralismo a la exclusión de lo políticamente incorrecto, para llegar después al mensaje único. La democratización de las Fuerzas Armadas puede a continuación plantearse como neutralización, para terminar en su disolución. El aborto de tres causales suele desplazarse a la voluntad absoluta de la madre, para extenderse finalmente al infanticidio. La igualación de las oportunidades podría transformarse en una acción afirmativa discriminatoria y, de ahí, transitar hacia Un Mundo Feliz.
Y así en cada tema, en todos los temas, siempre y en todo.
Siempre y en todo habrá alguien en las izquierdas que considere que lo que se plantea no es lo suficientemente radical, que hay que moverse otro poco más para allá. La maniobra de flanco se prolongará indefinidamente.
Si no fuera porque cada movimiento le cuesta a Chile vidas humanas y vida buena, sería simpático observar este absurdo juego sobre el tablero.