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Martes 27 de septiembre de 2016
El Estado colombiano y las FARC cierran 52 años de guerra al sellar el acuerdo de paz
El Presidente invitó a la guerrilla a sumarse a la democracia y los rebeldes pidieron perdón a sus víctimas.
Juan Pablo Toro V.
Enviado especial
Cartagena de Indias
Es oficial. La guerra entre el Estado colombiano y las FARC se acabó. Después de 52 años de lucha, 267.162 muertos y 1.641 días de diálogos, esta nación celebra el que ha sido descrito como el acontecimiento más importante en medio siglo.
Al estampar ayer su firma en el acuerdo de paz, el Presidente Juan Manuel Santos y el jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", dieron vuelta a la página de una historia de violencia política que ha acompañado a dos generaciones y lo hicieron nada menos que con un "balígrafo", un cartucho de fusil reconvertido en lápiz.
"Les doy la bienvenida a la democracia. Cambiar votos por balas, ideas por armas, es la decisión más inteligente y valiente de cualquier grupo subversivo y ustedes entendieron el llamado de la historia", les dijo Santos a las FARC, ante una emocionada audiencia de autoridades nacionales e internacionales, más invitados de la sociedad civil, que miraban a un escenario de fondo blanco, el color de la jornada en Cartagena de Indias.
"En nombre de las FARC, ofrezco perdón, sinceramente perdón, a todas las víctimas del conflicto", aseguró a su turno "Timochenko", en un inédito gesto para esta guerrilla izquierdista responsable de miles de secuestros y asesinatos, lo que desató fuertes aplausos.
"Que nadie dude que vamos a la política sin armas", había afirmado previamente en un largo discurso en que enfatizó que los rebeldes cumplirán con lo pactado, mientras reclamaba justicia social, lanzaba dardos contra el capitalismo y la cooperación militar estadounidense.
En un extraño momento, un caza colombiano cruzó el cielo dibujando una mueca de terror en el rostro del comandante, que luego cambió por una broma, al agradecer que el avión "esta vez vino para saludar la paz y no dejar caer bombas".
Santos le explicaría en su intervención que ese era el propósito del caza, sin sonar muy convincente ante su contraparte, quien llevaba un prendedor con una paloma de paz en la guayabera, que el mismo Mandatario le había dado y puesto, tras lo que vino un firme apretón.
Tanto el Presidente como el líder guerrillero dieron gracias a Dios y a la comunidad internacional por apoyar los diálogos de paz, con particular énfasis en Cuba y Noruega, países facilitadores, y Chile y Venezuela, los acompañantes.
"Hoy los colombianos están enviando una luz brillante que ilumina a todo el mundo... Viva Colombia, viva la paz", dijo en su momento el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien destacó el rol que tendrá la ONU con la misión de verificación del desarme de las FARC e inauguró los discursos.
El acto comenzó con Santos abriendo unas puertas blancas para simbolizar la llegada de la paz, por donde ingresaron los dignatarios invitados.
Hubo aplausos para los equipos negociadores, gritos espontáneos de "no más guerra" y referencias al himno de Colombia, en una de cuyas estrofas habla de que "cesó la horrible noche", algo que cobró especial sentido ayer. El Mandatario la gritó a viva voz y al borde de las lágrimas.
Es que son muchos los detalles que hicieron el momento único. Por primera vez los líderes guerrilleros aparecieron en una capital departamental vestidos de civil, al lado de autoridades nacionales y de 15 jefes de Estado y 27 cancilleres.
En todas sus intervenciones, los presidentes, ministros y altos diplomáticos han destacado la importancia de un acuerdo de paz, que tendrá grandes repercusiones internacionales, como la desaparición del conflicto armado más antiguo del continente -aunque no se haya sumado el Ejército de Liberación Nacional, la segunda guerrilla del país- y el esperable corte de los nexos de las FARC con las redes de tráfico de drogas y armas.
La extenuante jornada se inició con un homenaje a las fuerzas militares del Presidente por su "esfuerzo en favor de la paz" y siguió con una ceremonia en la Iglesia de San Pedro Claver. Luego los invitados especiales compartieron un almuerzo.
Expectativas y dramas
La paz que llega a Colombia lo hace sin dramatismos, porque el punto más alto de la guerra se dio en la década pasada. Pero viene cargada de expectativas.
El documento de 297 páginas suscrito entre el gobierno de Santos y las FARC, aparte de garantizar que se silencien los fusiles, busca desactivar causas estructurales de la confrontación: concentración de la tierra, falta de presencia del Estado en el territorio y la presencia de una democracia poco permeable a las expresiones radicales.
Los firmados son seis grandes acuerdos en uno, que contemplan los siguientes puntos: redistribución de tierras a campesinos, que se considera una reforma rural integral; participación política de la guerrilla, o su paso ser un partido; justicia, verdad y reparación de las víctimas; desarme y desmovilización de los rebeldes; sustitución de cultivos ilícitos para combatir el narcotráfico; e implementación de lo acordado.
"Este acuerdo tiene una alta probabilidad de funcionar, porque se han tomado múltiples experiencias de distintos lugares, lo que funcionó y lo que no funcionó. También hay un desarrollo del Estado superior a las circunstancias que se dio en Centroamérica, que derivó en una crisis de seguridad. Además, tiene un alto significado histórico, ya que es el fin de la luchar armada en América Latina", dijo acá a "El Mercurio" el ex comandante guerrillero Joaquín Villalobos, que fue uno de los firmantes de los acuerdos de paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el gobierno salvadoreño en 1992, que prestó asesoría.
El acuerdo de Colombia promueve el desarme de la guerrilla y su conversión en partido político, que contará con financiamiento especial para asentarse y acceso garantizado a 10 escaños, cinco en el Senado y cinco en la Cámara Baja, por dos períodos.
También establece el castigo para los responsables de atrocidades, donde las FARC tienen mucho que decir. Bajo una fórmula de justicia transicional, los rebeldes que confiesen sus crímenes no conocerán la cárcel y en cambio serán confinados a zonas especiales donde tienen que reparar a las víctimas, incluso si hay delitos de lesa humanidad por medio.
Los colombianos tendrán la oportunidad de pronunciarse sobre el acuerdo el domingo en un plebiscito, en el que todas las encuestas prevén que gane el "Sí" al pacto. Aunque el Presidente advierte que no hay Plan B si gana el "no", la realidad es que ni la opción de renegociar los acuerdos de paz parece factible, ni la vuelta de las FARC a la lucha se aparece como una opción para esa guerrilla, que comenzó en 1964 como una milicia de campesinos y que ahora está en camino de extinción.
Tres cosas que deben pasar a partir de hoy:
Las FARC entregan la lista oficial de sus militantes, con lo cual se sabrá, por fin, el número real de combatientes, que hoy se calcula en cerca de 7.000. Esto es clave para su paso por la justicia y posterior acceso a beneficios económicos del Estado.
Las FF.AA. habilitan los corredores por donde los rebeldes se desplazarán con su armamento en un plazo de cinco días a las zonas de concentración acordadas, que serán verificadas por la misión de la ONU.
Se crea una comisión que monitorea la implementación de los acuerdos integrada por tres representantes del gobierno y tres de las FARC, que operará por 10 años. Esto da un idea de cuánto tomará la instalación de la paz.