Es el tipo de pactos que se firman con el diablo, pero los dos viejos tercios son de pierna fuerte, carácter, presencia y mal humor.
Uno le hacía más a la grúa y el otro, a la retroexcavadora.
Maquinaria pesada, en todo caso.
Así que firmaron no más.
Víctor Hugo Castañeda y Luis Musrri pusieron la millonaria, lo que es un decir.
Están pasados en kilos y algo deben tener por dentro y por fuera: várices, presión alta, colesterol pasado, taquicardia y lo normal en un ser humano trabajador.
¿Hace cuánto que no se hacen un perfil bioquímico?
El examen a la próstata es solo teórico y jamás práctico, por una razón evidente: no hay médico que se atreva.
Están sanos, en sus cabales y extendieron la firma el "Lucho" y "Victortugo" o "Victortugo" y el "Lucho".
Acá es ganar o morir y nada de procesos orientales en cámara lenta. Esta no es la vida ideal y soñada. Esta es la dura realidad y, además, con un requisito: clasifican a una copa internacional o en diciembre se van para la casa.
Los que ofrecieron el pacto en realidad no confían en los dos ex mediocampistas.
Los quieren, respetan y les encanta escuchar sus cuentos antiguos, de cuando fueron campeones con la U del "Matador", "Superman" y el "Huevito".
También los quieren como personas y les encantaría estar equivocados, pero por algo pensaron en un contrato que nunca se hace: 90 días y un requisito concreto e ineludible.
La verdad no necesita parches ni remedios, pero es evidente que a un técnico argentino, español o uruguayo, en las mismas circunstancias, se le hace un bonito contrato hasta el final de 2017, y estas fechas serían de arreglos florales y a ver si hay suerte, pero lo que resta de 2016 es el simulacro del próximo año, que es donde se verían los frutos, el progreso y la idea.
Estas fechas serían para que el plantel entendiera sus conceptos en torno al juego, pero no le exigirían demasiado y tampoco lo presionarían, solo ambientarse, conocer el club y acostumbrarse a las instalaciones, idiosincrasia y clima.
A Castañeda y a Musrri, en cambio, se les puede tratar de otra manera, porque los entrenadores chilenos son mirados con lupa, menosprecio, desconfianza y duda.
Y hay otro asunto: la pega es escasa e intermitente. No es fácil encontrar club y la banca de la cesantía se hizo estrecha. Lo que hay es la Primera B, alguna universidad y se puede ser comentarista del CDF o de Fox, pero para eso hay que tener menos kilos y mejor caracho.
Lo de ahora en realidad es menos que un contrato: es una prueba. No es mortal, pero se parece. Es el tipo de pactos que al diablo le encanta firmar, porque va protegido, cierra flancos, da en el gusto y lleva las de ganar.
Que les vaya bien: por ellos y por sus colegas.
Víctor Hugo y Musrri, eso sí, firmaron con sangre azul.