Quizás algunos lectores consideren un tanto afectado o cursi el título de la novela de Mariana Jara, pero refleja de manera bastante ceñida la índole de las situaciones y de los personajes que encontraremos en su relato: un mundo cosmopolita donde los vinos y las comidas, los sentimientos y el sexo llenan la existencia de un grupo de cuatro ex alumnos de un colegio católico, convocados por otra antigua compañera para celebrar la llegada de sus cuarenta años en un restaurante madrileño. Pero la buena mesa no sólo existe al interior del relato; también marca las etapas de su desarrollo. La autora, especialista en gastronomía con experiencia en Barcelona, Madrid y ahora en Santiago, ha otorgado a su libro la forma de un atractivo festín para las papilas del gusto: sus capítulos siguen el orden en que se presenta una bien servida cena en un elegante comedor, y el ritmo y la intensidad de la historia corresponden a cada una de las etapas indicadas en el menú (Los entremeses, Los aperitivos, El vino, Primer plato, etc.).
En el capítulo inicial, Mise en place (el ordenamiento de los materiales que se utilizarán en la preparación de la cena), cada personaje se presenta pronunciando un discurso confesional donde dice "así soy yo" mientras mira directamente a los ojos del lector. Esta misma disposición se mantiene en los capítulos posteriores: los cuatro personajes toman turnos para comunicar al lector las peripecias que han vivido después de la cena que los volvió a reunir. Todos ellos se desenvuelven en el mundo de la alta gastronomía y vitivinicultura. Alex viaja permanentemente a diversos países como exitoso especialista en vinos y, además, es un consumado seductor convencido de que las mujeres "son como un vino, nunca te puedes fiar de su etiqueta, tienes que probarlo para saber si te gusta". Pero no tiene un peso en los bolsillos. Marta trabaja en una revista de gastronomía. Aunque de joven "usaba a los hombres como pañuelos desechables", decidió después convertirse en una buena dueña de casa, pero fracasó. Recibe la convocatoria a la cena cuando recién se ha separado de su marido, quien la engañaba con una de sus amigas cercanas. Juan Luis es un gay que trabaja como sumiller y que también acaba de perder a su pareja. Eugenia ha sido una popular y exitosa especialista de cocina creativa en Barcelona. Después de terminar la relación amorosa que mantenía con su socio se traslada a Madrid, donde no es capaz de repetir sus éxitos culinarios y cae en el deterioro profesional y humano. Los cuatro atraviesan por un momento de crisis, pero sin que ellos todavía sospechen, la cena provocará imprevistas reorientaciones de sus vidas.
El concepto del libro como banquete despierta la curiosidad del lector, pero adentro se encontrará con una historia bastante tipificada en la literatura romántica popular y en las telenovelas melodramáticas. Transcurre en dos espacios antagónicos: la urbe refinada, cosmopolita y seductora, pero peligrosa para el ser humano (Madrid), y la naturaleza impoluta de vicios donde este puede redimirse y encontrar su salvación (Chiloé); ofrece una interpretación moral ingenua según la cual la maldad es siempre castigada y las virtudes son, tarde o temprano, recompensadas, y gira en torno al motivo del hombre entre dos mujeres. Alex, quien no causa una impresión favorable cuando el lector lo conoce por primera vez, se convierte, por diferentes razones, en el objeto del deseo de sus dos ex compañeras de colegio, una mala y una buena. Juan Luis será el testigo de la situación ambivalente de Alex y el auxilio que lo ayudará a resolver el conflicto entre sexo y amor en que se debate. Sólo diré que el desenlace es también bastante romántico. Pero no importa que el argumento de Te comería, amor sea archiconocido: es la invitación de Mariana Jara para que el lector tome asiento en una mesa donde se le hará agua la boca.