El psicólogo Peter Bower (Adrien Brody) ha regresado desde Sidney a Melbourne después de un acontecimiento traumático: la muerte de su hija Evie en un accidente de tránsito. Peter no cesa de culparse por ello, aunque hay algo todavía anterior que le impide encontrar la paz. Su esposa Carol (Jenny Baird) permanece "devastada" y sus pacientes convergen, extrañamente, hacia el año 1987.
Su jefe académico, Duncan Stewart (Sam Neill), le advierte que, como diría Jung, "estamos llegando a algo", aunque quizá solo al comienzo. En ese momento, Peter se fija en el cuadro
Paisaje de invierno con patinadores y trampa para pájaros, de Pieter Brueghel el Joven, que a menudo aparece en sus sueños. Duncan dice que cada vez que se miran los detalles de esa pintura aparece algo nuevo siniestro. Es una observación aguda, que refuerza el recorrido, durante los créditos iniciales, de ese mismo cuadro, aunque con imágenes oscuras y borrosas.
Atormentado por pesadillas invernales, frías, sombrías, lluviosas -casi todo ocurre de noche y en espacios cerrados-, Peter decide regresar a su origen, el pueblo de False Creek, donde aún vive su padre (George Shevtsov), antiguo jefe de la policía. Hasta ahí se puede contar.
De modo que esta historia es sobre padres, aunque padres un poco interiores, que llevan sus procesiones por dentro, y que han decidido anular su memoria. Ahora se confrontan con el hecho de que el pasado vuelve por sus fueros. Digamos que esta es una de las fantasías favoritas del
thriller psicológico, derivada del primer Freud: la idea de que el pasado adquiere una fuerza propia cuando no ha existido sanación del trauma.
El director Michael Petroni ha dicho que le costó mucho armar y ajustar el guion. La razón es que estas historias suelen construirse desde atrás hacia adelante: se tiene una idea del desenlace, y luego hay que ir armando hacia el comienzo, cuidando que las cosas encajen y que se pueda ocultar el final hasta donde sea posible. Es frecuente que esa manera de construcción deje fisuras, y a veces forados enormes, como ocurre en
Ellos vienen por ti.
Sin embargo, este es solo un aspecto de estas películas -el lado, digamos, "literario"-; el otro, más importante, es la visualidad, el "ambiente" emocional con que la desarrollan. Y en esto,
Ellos vienen por ti tiene algo del sabor de los melodramas de Hitchcock de los años 40, con sus personajes perseguidos por el pasado, los espectros y las culpas, con "amnesia anterior" y sanación múltiple como única salida.
Este sabor se refuerza con la espléndida partitura de Dale Cornelius, aplicada según los usos del cine clásico y también del
thriller psicológico de los 40 y 50. Hay más ideas sutilmente hitchcockianas, pero no pueden ser contadas: hay que ir a descubrirlas, teniendo en cuenta, eso sí, que aún estamos muy lejos de las impecables ejecuciones de Hitchcock.
Backtrack.
Dirección:
Michael Petroni.
Con: Adrien Brody, Sam Neill, Robin McLeavy, George Shevtsov, Jenny Baird, Anna Lise Phillips, Chloe Bayliss.
90 minutos.