No es una tremenda película. Pero en esta saga resucitada por J. J. Abrams (en el cine por lo menos), que festeja medio siglo de vida este 2016, el director Justin Lin tiene claro el punto: emocionar con el guiño y homenaje a la serie madre de "Viaje a las estrellas", con William Shatner y el desaparecido Leonard Nimoy, a quien está dedicada la cinta (también hay un gesto hacia el fallecido Anton Yelchin). Por eso, por el homenaje a la original, en esta secuela hay tono de más chunga y más liviano con una idea fija: explorar la identidad y quién eres en realidad cuando estás perdido... en el espacio o en una misión o todas las anteriores. Me fascinó el ritmo y el margen de aventura, a veces tan rebuscado e incluso enredado en su metraje, pero no importa, porque el acelerador está al máximo con disparos, batallas, explosiones. Sí, el Hollywood millennial e infantilizado en su máxima expresión, pero con el eco de la identidad sesentera de la serie madre detrás de todo. Aunque suene a imitación y a homenaje postrero, "Star Trek: sin límites" recuerda la verdadera identidad de todo este circo: evasión liviana pero, sobre todo, con el corazón y el humor de una correcta soap opera espacial. Menos es más. Y Justin Lin lo consigue.
"Star Trek: Beyond". Ciencia ficción. EE.UU., 2016. 124 minutos. T.E.