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Cartas
Miércoles 31 de agosto de 2016
Jorge Alessandri, a treinta años de su muerte
El 31 de agosto de 1986 falleció Jorge Alessandri Rodríguez, una de las figuras públicas más importantes del siglo XX chileno. Hijo de don Arturo, nació en 1896, un año antes que su padre fuera elegido diputado por Curicó, con lo que este iniciaba una notable carrera política que lo llevó dos veces a la Presidencia de la República. Jorge también llegaría a La Moneda, tras triunfar en la elección presidencial de 1958, aunque con personalidad propia y un estilo distinto al del León de Tarapacá.
Promovió la empresa privada con la idea de que ella era el motor que generaría más riqueza en el país, por lo que veía con preocupación el distanciamiento que se producía en ocasiones entre los trabajadores y los empresarios, así como la incomprensión del mundo político hacia las actividades productivas. También pensaba que el Estado debía intervenir "en todo aquello que mire el desenvolvimiento y bienestar de la comunidad". Dirigió la Confederación de la Producción y del Comercio, pero -como expresó en una charla con trabajadores en 1956- "mi verdadero placer en la vida han sido los problemas de interés público. Es mi hobby ".
Aunque parecía distante de la política y los partidos, tuvo varias incursiones electorales, recordando que había "vivido muy cerca del poder y conozco sus halagos y decepciones". Siendo muy joven, triunfó como diputado en la primera elección bajo la Constitución de 1925; en 1957 asumió la candidatura senatorial por Santiago, en la que resultó electo, al igual que Eduardo Frei Montalva: "Quedé prácticamente ungido como candidato presidencial", recordaría tiempo después. En 1958 fue elegido Presidente de la República: "El hombre más calificado en el país para el puesto", según resumió Ivor Pink, el embajador británico en Chile. Su gobierno marcó el fin de una época, y algunos todavía recuerdan cómo se iba caminando desde su departamento en calle Phillips al Palacio de la Moneda. Promovió reformas constitucionales que no llegaron a puerto, impulsó el estudio del sistema de seguridad social, intentó frenar -sin lograrlo totalmente- el flagelo de la inflación; priorizó la reconstrucción del país tras el terremoto de 1960 y desarrolló una amplia política de construcción de viviendas, entre otros temas. Tras su gobierno vendría una creciente polarización e ideologización, como demostraron las elecciones presidenciales de 1964 y 1970. En esta última, Alessandri compitió nuevamente contra Salvador Allende, quien esta vez resultó elegido.
Se retiró con un gran prestigio personal y un enorme reconocimiento popular que no se condecía con la caída que experimentaban los partidos Conservador y Liberal que lo habían apoyado; su alto nivel de respaldo permitió que algunos pidieran su reelección. Finalmente no pudo dejar sucesor, lo que fue común a Gabriel González Videla, Carlos Ibáñez del Campo y al propio Eduardo Frei. En esto, para el caso de Alessandri, se mezclaban factores como la ausencia de un liderazgo claro de otra figura en la derecha y que el tren de la historia marchaba en un sentido revolucionario.
En su último mensaje del 21 de mayo ante el Congreso Pleno, manifestó: "Un hondo imperativo patriótico me impulsa a prevenir a los sembradores de ilusiones y quimeras porque pueden tener más tarde una amarga y tal vez trágica cosecha". Ese mismo 1964 temía que Chile estuviera "caminando hacia un golpe de Estado, que nos haga abrir los ojos a la realidad", como expresó en una carta a Pedro Lira Urquieta, embajador ante la Santa Sede.
No lideró un partido que hoy pudiera recoger su legado, y el sector que se sentía identificado con su estilo y liderazgo ha tendido a dejarlo en el olvido. Sin embargo, tenía algunas características que conviene recordar y que lo distinguieron en la vida pública, como su alta preparación, honestidad en la dedicación a las actividades de gobierno, sobriedad en el ejercicio del cargo y crítica a la demagogia, que entendía como "ofrecer o el intento de realizar todo aquello que la capacidad económica del país no le permite soportar".
Al respecto, Ozren Agnic, quien fuera secretario personal de Allende, sostenía en relación con Alessandri que "ni el más enconado adversario podría jamás dudar de su probidad". En la misma línea se manifiesta Ricardo Lagos en sus memorias. Y Jaime Guzmán, alessandrista y activo adherente en la campaña de 1970, lo consideraba la personalidad moral más importante de la política chilena en el siglo XX.
Alejandro San Francisco