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Editorial
Martes 30 de agosto de 2016
Alto el fuego, momento clave en Colombia
El escepticismo de los sectores que aún no se convencen de que esta hoja de ruta sea exitosa se basa en que tienen en mente intentos anteriores fallidos por terminar la guerra interna; asimismo, hay ciertas condiciones que no aceptan (por ejemplo, la "justicia transicional", que dejaría impunes graves violaciones a los derechos humanos, según esas opiniones)...
Los colombianos añoran la paz, y a un día del alto el fuego y cese de hostilidades bilateral entre el gobierno y las FARC, ese objetivo está más cerca que nunca. Pero no basta con cerrar un acuerdo; luego viene un incierto proceso para poner en práctica lo pactado y verificar que las partes lo cumplan. Como dicen en Colombia, ahora hay que "construir la paz".
El escepticismo de los sectores que aún no se convencen de que esta hoja de ruta sea exitosa se basa en que tienen en mente intentos anteriores fallidos por terminar la guerra interna; asimismo, hay ciertas condiciones que no aceptan (por ejemplo, la "justicia transicional", que dejaría impunes graves violaciones a los derechos humanos, según esas opiniones). Ya en 1991-92, el entonces presidente César Gaviria buscó un diálogo con los guerrilleros marxistas que no tuvo un buen final: el secuestro y muerte de un ex ministro sepultó esa iniciativa, que se dio en medio de la lucha contra el narcotráfico, liderado por Pablo Escobar.
Más tarde, siendo candidato, Andrés Pastrana promovió negociaciones con los rebeldes, las que se iniciaron en enero de 1999, tras asumir este la Presidencia. Tres años de conversaciones y una desmilitarizada "zona de distensión" de 42 mil kilómetros cuadrados no fueron suficientes para que las FARC se doblegaran; por el contrario, el tiempo y el territorio les permitieron fortalecerse en una región donde el secuestro y la extorsión eran las armas utilizadas para someter a la población. La falta de voluntad real de las FARC por terminar el conflicto y los ingentes recursos que comenzaron a obtener del narcotráfico, luego de la desarticulación de los grandes carteles de la droga, fueron las causas del fracaso de ambos procesos.
Pastrana y los siguientes gobiernos recibieron fuerte ayuda financiera (y de inteligencia) de EE.UU. en el marco del Plan Colombia para la lucha contra el narcotráfico, pero que en forma colateral combatía la guerrilla, fuertemente vinculada al crimen organizado.
Debilitadas ahora por una política de seguridad que incluía la lucha tenaz tanto contra el narcotráfico como contra la guerrilla, los líderes de los menos de ocho mil efectivos de las FARC -que habían llegado a tener unos 20 mil combatientes- debieron tomar la decisión de terminar el conflicto y desmovilizarse para pasar a la vida política. Aun cuando las FARC no reconocerán que fueron derrotadas, el máximo jefe militar de Colombia ha señalado que no es humillante para los soldados "cuidar" a los rebeldes (para evitar que sean asesinados luego de desarmarse, como ocurrió en la década del ochenta), porque "este ejército entiende que ganó la guerra, y que tiene la estatura, la moral y la ética para cuidar al enemigo".
Para que el proceso resulte exitoso, las partes deberán cumplir rigurosamente los puntos del acuerdo, y, para aquellos colombianos dubitativos, habrá que ofrecerles resultados concretos lo antes posible. El primer paso -que las bases guerrilleras acepten lo pactado en La Habana- parece un hecho, ya que la estructura rebelde es vertical y la mayoría acatará lo que aprobaron sus dirigentes máximos, aunque no puede descartarse que algunos decidan seguir en la lucha. Luego viene el incierto resultado del referéndum -el 2 de octubre-, para lo cual se precisa que el 13 por ciento (4,5 millones) de los colombianos habilitados para votar (35 millones de electores) acepten el acuerdo que se firmará a fines de septiembre. Y, 180 días después de la firma (a fines de septiembre), el inicio del desarme.
Momentos clave del proceso de paz, con el monitoreo de la ONU y el escrutinio de todos los colombianos, para confirmar lo que el Presidente Juan Manuel Santos postula: "Es un acuerdo que permite efectivamente poner fin al conflicto y establece las bases para que nunca más regrese la violencia".