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Cartas
Lunes 29 de agosto de 2016
Premio Nacional de Música
Señor Director:
En relación con el reciente Premio Nacional de Música, queda la impresión de que una vez más se impuso la voz de la calle. Sin embargo, con una educación musical deficitaria como la que tenemos en Chile, la calle no tiene por qué saber que este premio se le ha otorgado desde 1945 a los músicos clásicos chilenos, y que cada vez tenemos más de ellos. Es muy probable que el oído de la calle no haya escuchado música de Soro, Letelier o Becerra; que no sepa la diferencia entre una cortina musical radial y una obra llamada justamente, "La voz de las calles", de Pedro Humberto Allende, el primero en recibir dicho premio; que tampoco sepa la diferencia entre Claudio Arrau, que también lo recibió, y un pianista de televisión; que le cueste seguirle el hilo a una obra de más de cinco minutos de duración; que piense que musicalizar a Pablo Neruda equivale a ser como Neruda; que no conozca las misas de Palestrina o que ni siquiera haya oído hablar de él; y que le dé lo mismo que se otorgue un premio por méritos que ocurrieron hace cincuenta años.
Ahora bien, si el Premio Nacional en Música lo otorga un jurado donde solo el 25% de sus integrantes sabe efectivamente de música, no nos debiera llamar la atención una decisión que interrumpe una lógica de más de setenta años y cuya fundamentación reciente está llena de imprecisiones y malos entendidos. La única excepción era Margot Loyola, intérprete y folclorista que estaba en plena actividad cuando recibió el premio y que efectivamente logró entregarnos el alma musical de Chile.
Ahora tenemos una segunda excepción, la de un compositor popular que merece todo nuestro cariño y respeto, pero cuyos aportes se sitúan entre las décadas de 1940 y 1960, lo que abre una ancha puerta para una larga fila de músicos populares que, junto con aspirar a todos los premios posibles otorgados tanto dentro como fuera de Chile, ahora llegan a este reducido espacio que estaba reservado a los herederos del arte de Palestrina, Beethoven o Boulez en nuestro suelo. La falta de reconocimiento social para el compositor nacional ha quedado coronada por el voto de un jurado donde si bien abundan los nombres musicales, como Delpiano o Vivaldi, parece que no fueron lo suficiente como para hacerlos versados en música. Fueron más versados en calle.
Juan Pablo González
Universidad Alberto Hurtado