A un grupo de jóvenes de 15 años en mi colegio les pedí que imaginaran los cambios que vienen.
La genética y otros temas salieron a la palestra. Yo los provocaba. Pero ¡se me quedaron pasiones en el tintero! Por ejemplo, la generosidad que consigue cambios, la intensidad que investiga soluciones.
Llegué a mi escritorio, leí la última revista Nature y me asombré con la organización DNDi (Drugs for Neglected Diseases Initiative, la Iniciativa para Enfermedades Olvidadas). Generan remedios para males que a los grandes laboratorios no les interesa enfrentar; por ejemplo, para enfermedades en países pobres. Generosidad.
DNDi nació producto del Premio Nobel que recibió la organización Médicos sin Fronteras en 1999. Los galardonados vociferaron sobre la falta de medicamentos para los pobres. Fundaron DNDi.
Los laboratorios invierten fortunas en la investigación, validación, producción y distribución de medicamentos. Por eso estos son caros. DNDi los quiere baratos.
Como ejemplo, Nature cuenta que la Dra. Nathalie Strub, reclutada por DNDi, se propuso lograr un medicamento barato para combatir el mal del sueño, el que transmite la mosca tsé-tsé . Desde 2000 la Organización Mundial de la Salud y el laboratorio Sanofis están luchando contra el mal.
La Dra. Strub en 2010 introdujo en el Congo refrigeradores, computadores, generadores eléctricos, combustible. Para investigar. Involucró a Sanofis, entrenó a congoleses a tomar muestras. Del laboratorio se pasó a terreno.
Tuvo éxito finalmente: la píldora contra la enfermedad del sueño está ya siendo probada.
La investigación que promueve DNDi es colaborativa, lo que mantiene los costos bajos: suman a universidades, a gobiernos y también a la industria farmacéutica.
DNDi es generosidad. Y les resulta: en diez años han conseguido la aprobación de seis tratamientos: entre otros, para la enfermedad del sueño, malaria y el mal de Chagas. Y está desarrollando remedios para otras 26 enfermedades. Consiguen vender a mínimos precios.
La generosidad imbuye la agotadora coordinación de donantes, universidades, laboratorios, gobiernos. DNDi ha conseguido 290 millones de dólares, mucho menos de lo que cuesta desarrollar un único medicamento.
También podría haberles contado a los jóvenes del colegio sobre el profesor Leonardo Sáenz, de Veterinaria en la U. de Chile. Es intensidad.
Sáenz viene investigando una vacuna contra la dolorosa mastitis que infecta las ubres de las vacas lecheras. Hasta ahora, la solución más socorrida era recurrir a antibióticos.
Al profesor le ha resultado la vacuna a pequeña escala. Y el próximo año, en convenio con dos empresas agrícolas y un laboratorio farmacéutico, se concentrará en pruebas en una muestra grande. Y su éxito puede ser mundial.
Como toda conferencia debe tener su moraleja, podría haber punceteado a los alumnos: "¡Intensidad y generosidad... para el futuro!".