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Cartas
Sábado 27 de agosto de 2016
La infatigable pulsión por innovar
Se debe reconocer el empuje y el esfuerzo innovativo de nuestro gobierno. La administración de Michelle Bachelet pasará a la historia como una de las que más iniciativas de transformación han propuesto. En el gobierno actual se celebra -como hiciera antaño un candidato de derecha- el cambio. Ciertamente, las democracias contemporáneas se hallan bajo una exigencia permanente de conducir cambios, adecuar y readecuar instituciones a la mutante y multifacética realidad social. Sin embargo, la conducción de esos cambios es una tarea crecientemente compleja. Aquí no basta la decisión de unos corajudos y la tenacidad jubilosa de una Presidenta. No basta la fe en el cambio. Lo relevante es que se produzcan transformaciones reales y positivas de situaciones que sabemos deficientes.
de la enseñanza escolar chilena, sin aviso y sin discusión conocida.
Adivinemos las razones para hacerlo: los niños apenas saben leer y escribir, apenas saben manipular ecuaciones, no saben inglés, no saben economía, no saben educación cívica: no hay espacio, entonces, para la filosofía. Algo así debió pasar por la cabeza de nuestros paladines reformistas. ¿Habrán conversado con filósofos y filósofas activos? ¿Les habrán preguntado por qué en Chile y en muchas partes del mundo se invierten fondos y dedican esfuerzos a mantener vivo ese tipo de actividad al que usualmente llamamos filosofar?
Probablemente no hubo tiempo, faltó la ocasión para pensar en la importancia que le atribuyeron a la filosofía generaciones y generaciones, desde los albores de la cultura de la cual somos herederos, y que se expresa en nombres como Sócrates, Aristóteles, Epicuro, Anselmo, Tomás, Descartes, Rousseau, Kant, Hegel, Marx o Nietzsche y en producciones que nos afectan tan de cerca como el Estado, la república, la política, el poder, la misma educación como sistema, sin los cuales ni el más genial funcionario podría desempeñar su cargo.
Nuestro entusiasta funcionario ha debido realizar un ejercicio de simplificación sorprendente para no percatarse de que aquí nos hallamos ante una disciplina imprescindible. La filosofía, además de ser un ejercicio de la mente que, como la música o la amistad, se justifica por sí misma, junto con encontrarse en la base de todas nuestras instituciones (como justificación y posibilidad de cuestionarlas), posee una relevancia metódica insoslayable. Ocurre que leer y entender un texto filosófico, comentarlo, escribir un ensayo informado, reflexivo y crítico sobre algún problema relevante, entre tantas otras actividades que la filosofía propicia, son instancias privilegiadas e irreemplazables para generar el conocimiento y la experiencia que se busca promover en los jóvenes. El ejercicio filosófico ayuda a pensar el mundo y el pensamiento mismo, a experimentar sus límites y condiciones, a caracterizar y discernir los comportamientos e intereses.
A la luz del estado general de la vida nacional, del sentimiento de urgencia de comprender lo que nos sucede y de transformar la realidad hacia caminos dotados de significado, lo que cabe pedir es, al revés de lo que elucubra el funcionario partisano, más filosofía, no menos. Es difícil entender, salvo por algo así como falta de educación, que el Mineduc quiera privar a nuestros jóvenes escolares de una disciplina de este tipo. Con la reforma, probablemente la enseñanza escolar de la filosofía terminará siendo relegada a algunos colegios pagados de la élite, y, a poco andar, se dirá que la filosofía es elitista.
Juan Manuel Garrido
Prof. Depto. Filosofía, U. Alberto Hurtado
Hugo Herrera
Prof. Inst. de Humanidades, U. Diego Portales
José Tomás Alvarado
Prof. Inst. de Filosofía, U. Católica
Daniel Mansuy
Prof. Inst. de Filosofía, U. de los Andes