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Editorial
Jueves 25 de agosto de 2016
Mercado laboral, productividad y pensiones
No solo el cambio de "función objetivo" relegó a un plano absolutamente secundario la creación de riqueza, indispensable en cualquier plan para mejorar las condiciones de vida de la población y sus pensiones, sino que, además, no consideró que las personas modifican sus conductas cuando cambian las reglas que enfrentan...
El debate sobre las pensiones ha puesto de relieve por qué el cambio de rumbo que el país ha sufrido con el gobierno de Bachelet ha sido negativo. En efecto, tanto durante los gobiernos de la Concertación como durante el gobierno de la Alianza se mantuvo el consenso, establecido tácitamente por toda la dirigencia política e internalizado por la ciudadanía a partir de la vuelta a la democracia, de que el objetivo que se debía perseguir era el desarrollo económico acelerado, que elevara los niveles de vida de la población y permitiera a esta alcanzar sus aspiraciones personales, familiares y comunitarias con rapidez. La Concertación ponía los énfasis en la equidad y la Alianza en la eficiencia y en los incentivos, pero el lenguaje de ambos tenía como elemento común el "transformarse en un país desarrollado", que permitía perseverar en un rumbo de consenso.
El gobierno de Bachelet, sin embargo, modificó bruscamente ese objetivo y estableció uno distinto: el combate a la desigualdad. Ello requería "remover los cimientos del modelo neoliberal", modelo que traía consigo las "lacras" del mercado, el lucro, el individualismo y la competencia. El "modelo" era, en la versión de la NM, la fuente de desigualdad y, por eso, era lo que había que combatir.
No solo el cambio de "función objetivo" relegó a un plano absolutamente secundario la creación de riqueza, indispensable en cualquier plan para mejorar las condiciones de vida de la población y sus pensiones, sino que, además, no consideró que las personas modifican sus conductas cuando cambian las reglas que enfrentan y, por lo tanto, los resultados de las reformas no ocurrieron como se previeron. Así, la reforma tributaria modificó la disposición a invertir de los agentes; la laboral aumentó el costo del trabajo y, en consecuencia, erosionó la competitividad de las empresas, e impactó con ello las expectativas con que los agentes evalúan la contratación de empleo, y la educacional ha concentrado sus esfuerzos administrativos y reglamentarios en eliminar todo emprendimiento empresarial o ánimo de lucro en los distintos sectores, relegando a un segundo plano los aspectos pedagógicos y la calidad de la educación, con lo que solo se logra desmotivar a los miembros de una comunidad académica.
El caso del mercado laboral y las pensiones ejemplifica lo anterior. En vez de intensificar los esfuerzos para mejorar la productividad de los trabajadores, lo que redundaría en mejores salarios y, como consecuencia de ello, en mejores pensiones, se ha procurado una reforma laboral que los eleve con independencia de la productividad, lo que solo se traducirá en aumentos de costos para las empresas y hará estériles esos incrementos en el mediano plazo. En materia de pensiones, en vez de procurar un alza generalizada de ellas, se ha propuesto una herramienta: un 5% de aumento de cotizaciones a cargo del empleador (que es una manera de disfrazar que serán de cargo del trabajador), que solo conseguirá subir las actuales y futuras pensiones más bajas, pero no necesariamente las del resto. Ese aporte será financiado por los trabajadores de nivel medio -los salarios altos contribuirán proporcionalmente menos-, quienes, además, no verán una retribución de ese mayor esfuerzo. De esa manera se distorsiona el mercado laboral, pues ese 5% adicional aleja aún más al salario del aporte que el trabajador hace a la empresa, no se consigue una mejoría generalizada, sino solo focalizada de las pensiones, y la productividad se desvincula aún más de las remuneraciones.
El mercado laboral requiere una visión realista y no voluntarista de las conductas de las personas ante las reglas que se le presentan, una comprensión más cabal del rol que juegan la tecnología y la competencia en la productividad, y que solo cuando esta aumente, se podrá aspirar de manera sostenible a mejores salarios y a mejores pensiones que los sustituyan.