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Cartas
Jueves 25 de agosto de 2016
Identidad de género
Señor Director:
Hace algunos días se publicó en este diario un extenso texto suscrito por varios profesores de Derecho, en el que manifiestan su imposibilidad de mantenerse pasivos frente al proyecto de ley que reconoce y protege el derecho a la identidad de género. La misma necesidad es la que me exige contestar: no es posible permanecer callados ante tanta confusión sembrada por ideologías que intentan alterar el orden natural de las cosas.
Hay en la carta citada ideas que comparto (cómo no compartir el rechazo a quienes son sujetos de abusos, violencia, discriminación arbitraria), pero hay otras que deben ser refutadas. Los firmantes, usando como fundamento el respeto a los derechos de todas las personas, recurren -para descalificar opiniones contrarias a la ideología de identidad de género- al argumento siguiente: existe ya consenso internacional para definir la identidad de género como "la vivencia interna e individual del género tal como cada persona lo siente profundamente, la cual podría o no corresponder al sexo asignado al momento del nacimiento...". Hay aquí dos ideas falaces: obviamente, quienes comulgan con esta ideología pueden haber llegado a un consenso sobre cómo explicar sus teorías, pero ello no implica que su tesis sea correcta. Así, en algunos países musulmanes se acepta la poligamia y entre ellos existe consenso sobre que dicha opción es adecuada, pero esto no implica que sea una verdad universal.
Por otra parte, sorprende la referencia "al sexo asignado al momento del nacimiento". No existe tal, el sexo no se asigna ni en ese momento ni en ningún otro de la vida humana. Se nace con un sexo determinado y esta no es una concepción artificiosa, es producto de un proceso biológico y natural que determina que la persona es hombre o mujer. Por cierto, lo anterior no puede llevar a castigar a quienes, en su fuero íntimo, no responden a su sexo biológico, pero ese problema debe resolverse generando una profunda cultura de respeto, inclusión y protección, si así resulta necesario. Resolver el problema pretendiendo negar la esencia de la naturaleza humana es una entelequia que no aporta a la solución y origina dificultades mayores que ameritan otra discusión.
Al final de la carta, sus suscriptores llaman a los parlamentarios a no dejarse llevar por creencias que pueden estar basadas en errores, confusiones y prejuicios (sic). Yo llamo, en cambio, a no dejarse llevar por construcciones ideológicas artificiales y a legislar con realismo y humanidad; no es posible que por construcción legal se intente alterar la naturaleza de la persona humana.
Ana María Díaz M.
Abogada y docente universitaria