Yo, que soy de paladar grueso, me entretengo mucho con la irregular mediocridad de nuestro torneo. Es emocionante, los resultados son inciertos, se batalla hasta el último minuto. Una semana estás crucificado y a la siguiente eres profeta; no hay nadie que pase la aplanadora. Existe una búsqueda constante, permanente, irreductible de algo, que no sabría precisar bien qué es, pero algo se busca.
¿No fue una delicia ver desde la imparcialidad el partido entre Huachipato y Colo Colo, entre los increíbles yerros ofensivos de los acereros y la impericia defensiva alba? ¿No disfrutaron de la incertidumbre de la Católica y Wanderers hasta al último suspiro del partido, marrando ocasiones por lado y lado? Como solemos ser inconformistas y perfeccionistas, vemos más los errores que las virtudes del vibrante 4 a 3 de San Luis y Palestino en La Cisterna, un partido que merecía un marco más impresionante. Nos parece mal, claro, que O'Higgins tenga que marcar goles solo en el último minuto, o que el desmantelado Audax Italiano comience recién a armarse en la cuarta fecha.
Me divierte, obvio, no saberme de memoria las formaciones titulares de los equipos. Ni intuir por qué los que son titulares inamovibles de repente ni siquiera van al banco. Me parece de total justicia que los equipos que se desmantelaron -como Wanderers- están de líderes y los que invirtieron diez millones de dólares en el año celebran... su segunda victoria consecutiva.
Encuentro que las declaraciones son fantásticas. Heller, por ejemplo, dijo tras la victoria contra la U. de Conce que siempre "hemos creído en el proyecto, que es a largo plazo", apostando a que la memoria colectiva es lo contrario, de corto plazo. O que Oscar Meneses, el gerente técnico de Colo Colo, asegure que él es "el menos indicado para evaluar el juego del equipo". Me provoca solaz imaginar al nuevo presidente de la UC, Juan Tagle, hincha hasta la médula, explicarse los cambios múltiples que su reforzado equipo experimenta en el segundo semestre.
Desgraciadamente, como no todo es diversión, me parece que la llegada de Lorenzo Reyes a la titularidad en la U les restó dramatismo a los partidos de Beccacece. Ya no hay esa búsqueda desesperada, desenfrenada, ciega e irreflexiva, con lo que los partidos se han ido poniendo fomes, con menos dramatismo. Capaz que sean campeones no desde la rebeldía, sino de la obediencia, lo que sería una paradoja.
Y es que a nadie le gusta ahora el vértigo total que todos proponen de entrada. Guede les pidió a sus jugadores "bajar un cambio", la Católica tira tantos delanteros a la cancha en los segundos tiempos que no hay área que los aguante y Beccacece se nos está transfigurando porque ya se cortó el pelo, se molesta por la comparación con el Barcelona y el Bayern Munich y va a terminar como Bonini: gordo, coprolálico y bonachón.
¿Qué importa que nos eliminen al tiro de los torneos internacionales si en casa lo pasamos tan entretenido?