Es una palabra que sacaba roncha cuando se debatía sobre las escasas y bajas pensiones del sistema que existía antes de 1980. Era el mecanismo mediante el cual las personas favorecidas se jubilaban con una pensión igual a su último sueldo, y luego esta se reajustaba conforme lo hiciera el sueldo que la originaba. Para lograr una perseguidora había que tener buenos contactos o pertenecer a algún sindicato poderoso y estratégico.
Hoy ha surgido una pirotecnia argumentativa y mediática para ensalzar el viejo sistema que denunciaba la izquierda de entonces, incapaz como siempre de construir cosas positivas, pero audaz como nadie cuando se trata de destruir lo que hace bien a las personas y países. Ahora ha tendido un espeso manto de olvido sobre las miserias de aquel sistema, para denigrar lo existente. Hoy no se trata de hacer justicia, puesto que conocemos el engaño del sistema de reparto. Fue por eso que se crearon las AFP. El problema de ahora es que la Concertación no hizo nada para prever las dificultades que se generarían con las lagunas previsionales y con los reajustes de sueldos desligados de la realidad.
Con un sistema de fondo común y reparto discrecional sucede inevitablemente que los más audaces se apoderan de los aportes del grueso de la población y, además, desfondan al país ahogando su proyección futura. Esto reduce el horizonte nacional y empobrece a los débiles, que terminan con menos trabajo, mal pagados y, finalmente, sin pensiones. Cotizaciones por cuenta del empleador son un impuesto adicional que incrementa el premio para el abuso de los audaces.
Hay que entender que los problemas no son estructurales, endémicos ni sistémicos como predica la izquierda con falacia. Ellos derivan de malas decisiones y de mala conducción en el tiempo. Hoy se aplaude que la Presidenta hizo un planteamiento que no demuele todo y llamó a un diálogo, olvidando que lo mismo hizo en su anterior gobierno en materia educacional, con fotografía de manos enlazadas al final. Desde entonces ha ido despareciendo el marco institucional que permitía lograr acuerdos que perduraran, lo que resta credibilidad a estos llamados.
La política se ha tornado en una lucha para cambiarlo todo, con violencia o paulatinamente. Se trata de liquidar lo hecho, mediante el abuso de mayorías circunstanciales, sin importar las personas y su futuro. La búsqueda del poder con las artes de la mentira es una perseguidora maldita, que aplasta el esfuerzo de todos para elevar el país.