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Editorial
Domingo 14 de agosto de 2016
Futuro ministerio bajo escrutinio
Sería una franca insensatez que, con la indiscutiblemente buena intención de mejorar el desarrollo científico y tecnológico de Chile, se dañara el trabajo académico en las artes, humanidades, ciencias sociales y de la comunicación...
La creación de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, anunciada por el Gobierno como resultado del informe de la Comisión Presidencial "Ciencia para el Desarrollo de Chile", ha despertado en parte de la comunidad científica y académica chilena no pocas y fundadas inquietudes. Entre ellas parecen atendibles las planteadas por los académicos de la Red de Posgrados en Artes, Humanidades, Ciencias Sociales y de la Comunicación (Humaniora). El llamado de estos académicos es ante todo una invitación a reflexionar y discutir los supuestos conceptuales que se están empleando en el proyecto antes de crear esta nueva institución.
Las inquietudes que se plantean desde el ángulo de la investigación en arte, humanidades y ciencias sociales y de la comunicación se refieren, en primer lugar, a la definición misma de "ciencia", la cual no incluye de manera clara la investigación que se desarrolla en aquellas disciplinas. De un lado, la propuesta gubernamental presumiría como intercambiables, es decir, no establece las diferencias de rigor, saberes con distintos objetos de investigación (la literatura y la lingüística, la estética y la filosofía, el arte y la comunicación), y, por el contrario, separaría, apartándose de criterios gnoseológicos aceptados, estudios entre los cuales existen afinidades relevantes (por ejemplo, estudios urbanos, sociología, psicología, economía social), homologando lo que no se debe homologar y escindiendo lo que la anhelada interdisciplinariedad promueve reunir. Estas imprecisiones afectan ya, en buena medida, a la institucionalidad vigente (Conicyt) y de replicarse en este futuro ministerio, razonablemente, puede conducir a una restricción de las oportunidades de investigación en estas disciplinas. Otra inquietud, acaso de mayor gravedad, es la tendencia a concebir la investigación en arte, humanidades, ciencias sociales y de la comunicación como formando parte de la extensión universitaria o ligada a la gestión cultural, malentendido que ignora el aporte esencial que dichas disciplinas realizan al desarrollo e innovación del país, en la formación de sociedades críticas, diversas, informadas, argumentativas, con mayor empatía social y más creativas.
Otro flanco de crítica, que a la hora de optimizar la gestión no es menor, se refiere a la coordinación -o descoordinación- que se daría entre un futuro Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación con las instituciones ya existentes que diseñan y ejecutan políticas y medidas en estos ámbitos, sobre todo la institucionalidad en cultura, educación y Corfo, con las cuales la investigación y el desarrollo científico y tecnológico tienen nexos palmarios, sin contar con los eventuales entreveros que, sin duda, se producirían con el también futuro Ministerio de las Artes y de la Cultura.
En fin, la suma de estas razonables preocupaciones debería dar lugar a una reflexión más reposada, ya que la precipitación legislativa crea nudos difíciles de desentrañar posteriormente, como lo alecciona la experiencia en otras áreas. Sería una franca insensatez que, con la indiscutiblemente buena intención de mejorar el desarrollo científico y tecnológico de Chile, se dañara el trabajo académico en las artes, humanidades, ciencias sociales y de la comunicación, yendo a contracorriente de la tendencia mundial que busca potenciarlas mutuamente.