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Cartas
Jueves 28 de julio de 2016
Fallas del mercado, fallas del Estado
Señor Director:
La discusión de política pública tiende a enfocarse en las fallas del mercado. Entre las más usuales están la falta de competencia, la subprovisión de bienes públicos, la omisión de externalidades y la dificultad para apropiarse de los beneficios de la innovación, que reduce su rentabilidad.
Hoy en Chile, sin embargo, poco hablamos de las fallas del Estado. La profunda crisis que vive Codelco -usando palabras de sus actuales autoridades- ilustra dos de ellas.
Durante 2006-2014, el precio del cobre tuvo su década dorada, alcanzando en promedio a US$ 3,3 la libra; hoy ronda los US$ 2,2. Así, es comprensible que las autoridades económicas estén preocupadas: Codelco ha sido una fuente relevante de recursos para el país, y ya no lo es. Pero el problema de fondo no es el menor precio -aunque este obviamente no ayude-, sino que los mayores costos de producción, que desde 2005 se han doblado. ¿Por qué? Según Cochilco, en gran medida por un aumento en los costos laborales. Las empresas del Estado, al no tener un dueño claro, tienden a ser capturadas por grupos de interés, en este caso los sindicatos, que consiguen y mantienen condiciones favorables, en desmedro del resto de los chilenos. Un mejor gobierno corporativo y la participación de capitales privados en Codelco reducirían este riesgo.
Una segunda falla del Estado es su miopía intertemporal. Pese a las condiciones históricamente favorables de precio, durante el periodo 2006-2014 los excedentes traspasados por Codelco al gobierno superaron los US$ 50 mil millones, al mismo tiempo que su deuda se multiplicaba por cuatro. Desde la empresa han señalado que las autoridades cometieron el error de considerar el alto precio del cobre como permanente. Yo soy más desconfiado: si bien el interés público exige orientarse hacia el largo plazo, los gobiernos cortos y sin reelección -como el impulsado por la reforma constitucional de 2005- exacerban la búsqueda de reconocimiento ciudadano inmediato.
Una democracia moderna, como pretende ser la chilena, no alcanzará el desarrollo sin un mercado que funcione bien; pero tampoco lo hará con un Estado cuyas fallas no sean superadas.
Raphael Bergoeing
Centro de Estudios Públicos y Universidad de Chile