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Editorial
Lunes 25 de julio de 2016
Nuevo enfoque de los taxistas
Después de indignarse ante la aparición de empresas que utilizan tecnologías de la información para proveer un mejor servicio de transportes por la ciudad, los taxistas han resuelto aprovechar esos medios modernos sin seguir esperando que la autoridad satisfaga sus anhelos de impedir la competencia...
Después de indignarse ante la aparición de empresas que utilizan tecnologías de la información para proveer un mejor servicio de transportes por la ciudad, los taxistas han resuelto aprovechar esos medios modernos sin seguir esperando que la autoridad satisfaga sus anhelos de impedir la competencia. Tanto la empresa californiana Uber como la española Cabify han tenido un éxito asombroso gracias a sus aplicaciones, las que ofrecen enormes ventajas para el cliente. Permiten que el pasajero se informe anticipadamente del nombre y teléfono del chofer del automóvil que lo va a transportar, del recorrido exacto que va a hacer, de la ubicación precisa del automóvil antes de que llegue al lugar de encuentro y que, además, lo recoja donde se le indique, cobre la tarifa justa y acepte medios de pago alternativos al dinero efectivo. Los taxis tradicionales no solo no ofrecían muchos de estos servicios, sino que a menudo sus cobros y sus recorridos eran motivo de discusión, incomodidad o desconfianza entre el pasajero y quien entregaba el servicio.
Al igual que en otros lugares del mundo, la primera reacción de los taxistas fue reclamarles a las autoridades por esta competencia "pirata", como la denominó el propio ministro de Transportes al recibir las quejas.
No obstante, las preferencias del público se han ido inclinando progresivamente hacia los nuevos sistemas, por sus evidentes ventajas. La autoridad quedaba, así, respaldando un servicio de menor calidad, ante un grupo de presión que procuraba defender sus intereses, sin mayores consideraciones por los usuarios.
Pero finalmente los dirigentes de los sindicatos de taxistas han observado que lo que está ocurriendo en Santiago es la aparición de una innovación tecnológica que impacta directamente en la industria del transporte, como antes ha pasado con muchas otras industrias y, sin duda, como seguirá ocurriendo mientras exista la inventiva de los hombres. No es posible, simplemente, oponerse a los avances que ofrece la tecnología, y los dirigentes de los taxistas así parecen haberlo comprendido. Al proponer crear sus propias aplicaciones para mejorar los servicios y ofrecer una atención tan buena como la que otorgan las grandes empresas extranjeras, están haciendo lo correcto: optando por encontrar sus propias soluciones, sin esperar la acción de las autoridades. Hasta ahora, estas se han mostrado paralizadas por el avance tecnológico. El Ministerio de Transportes se limitó a pedirle un informe a la Comisión de Transportes del Senado, la que escuchó a 60 expertos y entregó sus opiniones al ministro hace casi dos meses. Pero ninguno de los dos poderes del Estado ha elaborado una iniciativa que regule los nuevos servicios.
Cada innovación de importancia cambia la estructura económica de ciertas industrias, pero si el cambio perdura, es porque ofrece grandes ventajas para la población. No siempre los beneficios del progreso se distribuyen sin afectar a quienes ya estaban establecidos en una actividad, pero tanto los que ganan como los que pierden con el progreso tecnológico deben adaptarse a las nuevas condiciones. Al parecer, los taxistas están comenzando a comprender esta realidad.