Lo siento por la cartelera, pero el espectáculo audiovisual más interesante e inquietante de estos días no está radicado en la pantalla grande, sino en la carrera presidencial estadounidense; en especial, en la reciente Convención Republicana en Cleveland, la que tuvo de todo: un candidato presidencial acusado de demagogia, xenofobia y fascismo, un discurso plagiado por su mujer e incluso la aparición de un supervillano (el ex candidato Ted Cruz). Pero, mientras gran parte de las críticas está centrada en el controvertido Donald Trump, lo cierto es que esa fascinación por el espectáculo ha sido, durante décadas, un elemento central de la política estadounidense, y el mismo sistema no parece muy interesado por extirpársela. Mal que mal, ahí radica buena parte de su gracia, como queda comprobado a cabalidad en "Best of Enemies" (2015), notable documental que rescata una de las trifulcas partidistas más formidables de la era moderna: los debates televisivos entre el comentarista William F. Buckley y el escritor Gore Vidal, en agosto de 1968.
Todo partió producto de un apretón presupuestario. En las puertas de una nueva carrera presidencial, el canal estadounidense ABC no tenía los recursos de sus competidores para montar una adecuada cobertura del evento, de modo que optó por una solución "creativa". En vez del acostumbrado despliegue periodístico en terreno, su reporteo de las convenciones republicana y demócrata se limitaría a los conductores y a dos comentaristas cuya visión del universo no podía ser más opuesta. Buckley, conservador, pro Vietnam, sofisticado entrevistador y fundador de la entonces influyente National Review; Vidal, novelista y polemista, aristócrata cercano a los Kennedy, antiguerra y abiertamente gay. Ambos se habían topado cara a cara en las elecciones del 62 y 64, pero lo que ABC proponía se asemejaba a una pelea de pesos completos: dos tandas de cuatro debates diarios, de unos quince minutos de duración cada uno y que rápidamente dejaron en claro que el fondo de la discusión no era la eventual carrera entre Nixon y Humphrey, sino un combate entre dos oradores consumados y con egos que apenas cabían dentro del mismo estudio televisivo. En el momento más álgido del penúltimo programa, el 28 de agosto, Vidal acusó a Buckley de ser un nazi encubierto y éste lo amenazó con irse a golpes. Para entonces, el objetivo del canal se había logrado: el modesto ABC era ganador en los ratings , sus panelistas emergían como estrellas y el formato debate se convertía en estándar para los programas de política en TV (lo es, hasta hoy). Pero, al mismo tiempo -y tal como astutamente lo consigna "Best of Enemies"-, el daño ya estaba hecho. El corazón de la polémica ya no giraba en torno a una sostenida lucha de ideas, sino en la promesa de amenaza mutua entre las partes; en la posibilidad de que este par de intelectuales realmente se agarrase a combos frente a las cámaras.
El filme insinúa que éste sería uno de los momentos decisivos en la farandulización de la política moderna; pero, en vez de entretenerse especulando, va al rescate de sus personajes, quienes pese a la fama ganada nunca dejaron atrás la experiencia y continuaron demandándose en las cortes por años. El escándalo los convirtió en mito, pero -como suele ocurrir en la tele y en la vida pública- transformó su imagen y, sobre todo su pensamiento, en mera marca sujeta a los vaivenes de los gustos y las modas. Buckley llegó a ser uno de los pilares intelectuales de la era Reagan; Vidal, se volvió un incansable profeta de la decadencia americana. Ganadores en sus respectivos campos de batalla, sin duda; pero, puestos uno contra el otro y bajo los focos del circo mediático, es imposible no pensar en estos titanes también como víctimas.
Best of Enemies
Dirección de Robert Gordon y Morgan Neville
Con William F. Buckley y Gore Vidal.
Estados Unidos, 2015.
Disponible en Netflix