Atrapados por el hielo y en condiciones en extremo adversas, 22 miembros de la Expedición Transantártica Imperial enfrentaban, en julio de 1916, horas decisivas de supervivencia. Varados en la isla Elefante, habían llegado allí en abril de ese año, luego de colapsar entre los icebergs el buque "Endurance", hacía nueve meses, en una zona distante a 600 kilómetros.

Al mando del irlandés sir Ernest Henry Shackleton (42), iniciaron la travesía Plymouth-Buenos Aires, en agosto de 1914, para seguir al continente helado, con el objetivo de cruzar a pie, desde el mar de Weddell, pasando por el Polo Sur, hasta el mar de Ross. Pero se interpusieron los gruesos témpanos, cambiándoles, sin duda, los planes.

Para mantenerse con vida, se sometieron a medidas radicales, tales como racionar el exiguo alimento, comerse los perros que llevaban, hacer ejercicio para evitar el congelamiento, preocuparse del estado anímico y sobreponerse a la impotencia. En eso estaban, cuando el "jefe" junto a otros cuatro tripulantes abordaron un bote para ir en busca de ayuda, en una riesgosa navegación de más de mil kilómetros por aguas turbulentas hacia las islas Georgia del Sur primero y, luego, a las Falklands, en dos intentos fallidos por socorrerlos.

El próximo centro de operaciones fue Punta Arenas, donde el expedicionario encontró máxima acogida para organizar el rescate. En una concurrida conferencia ofrecida en el Teatro Municipal reconoció: "Estoy muy arrepentido de no haber realizado antes mi viaje a esta ciudad, porque con él hubiera tenido la oportunidad de salvar a mis camaradas".

"El Mercurio" del 27 de julio de 1916 informaba más alcances del encuentro: "Desde mi arribo a estas tierras, he tenido manifestaciones de apoyo efectivo de la Asociación Británica de Magallanes. Apenas llegamos, fueron iniciadas las gestiones destinadas a equipar una embarcación para auxiliar a mis hombres". Ese esfuerzo se tradujo en el zarpe de Shackleton a bordo de la goleta "Emma", la que en dirección hacia las islas Shetland del Sur encontró a su paso un temporal y toneladas de hielo infranqueables que obligaron al regreso.

Días después, el explorador recibió un mensaje del Presidente Juan Luis Sanfuentes, por intermedio del gobernador del territorio, poniendo a su disposición la escampavía "Yelcho" de la Armada de Chile, bajo las órdenes del piloto Luis Pardo Villalón (33). "Tengo el presentimiento de que llegaremos a tiempo para el salvamento y siempre mantendré con ustedes una enorme deuda de gratitud", se leía en el diario.