El viernes, cuando vi por televisión a la ministra de Justicia explicar ante la prensa lo que parecía inexplicable, se me imaginó uno de esos exponentes del juego "pepito paga doble" del Paseo Ahumada.
Me pareció increíble su destreza para hacer casi desaparecer ante mis ojos la evidencia de que ella había firmado un oficio pidiendo la contratación de cuatro personas en Gendarmería, pese a que un par de días antes había dicho textualmente en la radio que "nosotros no tenemos nada que ver con los nombramientos".
Yo mismo la escuché decir: "En el Sename hay cuatro mil; en Gendarmería hay 20 mil; en el Registro Civil son tres mil y tantos. O sea, si esta ministra tuviera que ver con las contrataciones, yo no alcanzaría a ejercer mi rol de ministra, me pasaría firmando decretos de nombramientos".
Y claro, después apareció el documento firmado por ella pidiendo que nombraran a cuatro personas y describiendo sus funciones, grados, etc.
Pero ante la prensa, ella, radiante, desplegó su magia: "Esa facultad está regulada por ley. Y esa regulación legal está establecida en el decreto ley 1608, en el estatuto administrativo en el artículo 69. ¿Qué dicen esas normas? Que todo ministro, incluida quien les habla, tiene la facultad, a cargo de un servicio, de contar con profesionales que trabajen en el respectivo ministerio. El oficio que ustedes han visto es público. Los oficios públicos se pueden requerir en cualquier momento, tienen membrete".
Y listo.
Aunque fue por más. Dijo que los cuatro contratados gracias a su oficio llegaron al ministerio a investigar Cema Chile y la ANFP. Y dejó instalada, como teoría de la conspiración, que quizás eso sea lo que explique todo este escándalo.
Ahí me mató. Juntar a doña Lucía y a Jadue en un capítulo de un "House of Cards" chilensis ya supera mi capacidad de creatividad. Quizás sea la hora de cederle este espacio a la ministra.
O quizás yo esté equivocado. Y que esto no sea una torcida intriga política de "House of Cards", sino que un drama a lo "Estamos todos bien", la inolvidable película de Giuseppe Tornatore, donde un maduro padre de familia vive engañado respecto de la verdadera vida que llevan sus hijos, que supone feliz y exitosa, y no es más que desastres.
Puede ser que la ministra no haya tenido idea de que Gendarmería parece ser una caja pagadora de favores políticos y que el Sename es visto hasta por los jueces como una entidad incapaz de cumplir bien el rol que le asigna la ley.
O en una de esas esto es "La vida es bella", otra conmovedora película italiana, escrita y protagonizada por Roberto Benigni. Si así fuera, la ministra sabría todo lo que pasa en su ministerio -porque al menos se habría enterado por la prensa estos días-, pero nos contaría una historia distinta, soft , descafeinada, para no hacernos sufrir. Quizás crea que no estamos preparados para ver tanta miseria.
Y por eso insiste, radiante, que está todo bien. Y que, como en el "pepito paga doble", a veces creemos estar seguros de ver algo que quizás podría no estar allí.