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Editorial
Miércoles 29 de junio de 2016
Repercusión de decisiones electorales
Otra conclusión que se puede sacar de estos procesos es que en las democracias modernas la ideología mantiene su carácter, pero muchas decisiones se toman más bien por la condición del votante. En el caso británico fue clave la división generacional, geográfica y socioeconómica...
El Reino Unido y España han dado por estos días lecciones sobre las sorpresas que pueden ocurrir en un proceso electoral, y sobre cómo se toman las decisiones ante momentos decisivos, en un contexto de cambio. Los españoles dieron una clara señal de moderación y prudencia frente a la incertidumbre sobre el futuro de Europa, que se abrió unos días antes con el voto favorable de los británicos para desvincularse de la Unión Europea. Una pausa de reflexión tras el triunfo del Brexit permitió que votantes que estaban coqueteando con un voto rupturista, para apoyar "lo nuevo" y desechar "lo viejo", se decidieran al final por respaldar a los referentes tradicionales del bipartidismo, el Popular (PP) y el Socialista (PSOE), aun cuando los conglomerados emergentes mantuvieran una presencia significativa, que los deja como actores políticos relevantes.
Los españoles, al final, prefirieron confiar en quienes tienen más experiencia para salir de la crisis y enfrentar los desafíos que puedan venir con la salida del Reino Unido de la UE. Mariano Rajoy, con toda razón, se siente ganador y firme al mando del país; no en vano ha tenido gran éxito en la recuperación económica y ha demostrado que tiene experiencia y sabe conducir el país en tiempos difíciles. La confirmación en estas elecciones de que los votantes quieren que siga al mando impedirá cualquier "chantaje" de los líderes opositores para que dé un paso al costado. Su investidura no está garantizada todavía, pero está muy cerca de conseguir la mayoría absoluta necesaria. Basta la abstención del PSOE y de Ciudadanos para formar un gobierno, y aunque ellos aún no han dado el sí, será cosa de tiempo y de negociaciones para que lo hagan. Está claro que no querrán sentirse responsables de una tercera elección parlamentaria.
Por otra parte, la proximidad de ambas elecciones y el dispar resultado de algunos partidos permiten observar los efectos del sistema electoral español, pues un mismo número de votos puede arrojar un muy distinto número de escaños, los que dependen de las circunscripciones (las menos pobladas ganan escaños con menos votos). Según el diario El País, la ley electoral castiga la dispersión del voto y premia la concentración en las circunscripciones. Eso explica la dificultad de Ciudadanos para obtener escaños con una votación que en otro sistema hubiera sumado más. De hecho, en diciembre, prácticamente con la misma votación, tuvo un 20 por ciento más de escaños, y la alianza de Podemos, con 1,2 millones de votos menos que en diciembre, obtuvo la misma cantidad de diputados.
En cuanto a Gran Bretaña, sorprende todavía que una decisión de tanta importancia y con efectos devastadores pueda tomarse por una simple mayoría absoluta y sin ninguna opción de confirmarla. Distinto habría sido si antes del referéndum, por ejemplo, el Parlamento hubiera decidido retirarse de la UE y pide la confirmación popular. De alguna manera este resultado, del cual ahora muchos ya están arrepentidos, valida la idea de que una mayoría calificada o una ratificación posterior en el tiempo tiene sentido en ciertas materias.
Otra conclusión que se puede sacar de estos procesos es que en las democracias modernas la ideología mantiene su carácter, pero muchas decisiones se toman más bien por la condición del votante. En el caso británico fue clave la división generacional, geográfica y socioeconómica. Los jóvenes estaban por la opción de permanecer en la UE, al igual que los votantes con mayor nivel educacional, quienes vivían en la mayoría de las grandes ciudades, y los electores de Escocia e Irlanda del Norte. En cambio, los mayores de 50 años, y más todavía los que pasaban los 65 años, quienes son los que más participación electoral presentan, fueron los partidarios más convencidos de dejar atrás la UE.
El panorama político en esta sociedad globalizada está cambiando, y son esas señales las que hay que mirar y analizar para que en Chile tengamos una visión de lo que acá puede también suceder. Votantes menos ideologizados, que votan más por su condición, su circunstancia o, simplemente, por las emociones. Es indudable que el Brexit conmocionó a los españoles, que prefirieron lo más seguro y no las promesas inconsistentes; al contrario de los británicos, que se lanzaron frívola e irresponsablemente a la "aventura de moda" antes de pensar en las consecuencias.