Dos nuevas expositoras nos proponen Sala Gasco y Galería NAC. En esta última se exhibe la propuesta de la joven Sofía del Pedregal. Ante todo, por su intemporalidad, sus trabajos nos parecen pequeñas escenografías, maquetas teatrales, sumamente adecuadas para ciertas óperas de Wagner. Puede ser la tetralogía "El anillo del nibelungo" o "Tristán e Isolda". Caracterizan estos bocetos con mucho de arquitectónico un minimalismo de colores refinados, que suelen lograr acordes genuinos. Eso sí, para alcanzar efecto pleno necesitan conservar por entero su condición abstracta; la ocasional introducción fotográfica de figuras reconocibles no los favorece. En cuanto a ingredientes utilizados, hay pedazos irregulares de cerámica, placas de madera pintadas, palitos del mismo material o también metálicos, casi todos ellos cubiertos por reluciente dorado. Asimismo, la artista nos muestra ocho estudios murales. Son collages de orientación minimalista, pero bastante más tímidos en relación con el acorde cromático. Una instalación de dimensiones habituales cierra el conjunto. Consta de volúmenes simples, ahora cobrizos, dispuestos sobre el embaldosado gris del local y contra el muro rosado de la sala. Demasiado elemental, no constituye más que un proyecto.
Amalia Valdés (1981), la autora que expone en el par de recintos de la céntrica calle Santo Domingo, opta por la abstracción, especialmente por la escultura en greda sometida a muy altas temperaturas, y se manifiesta a través de tres vías. La principal consiste en relieves murales fundamentados en la geometría. Sin duda, sobre todo resultan atrayentes sus seis agrupaciones planas, en rítmicos juegos angulares, ejecutadas mediante englobe, óxidos y esmaltes, de superficies ya brillantes, ya opacas y coloraciones originales. Entre estas descuella una oscura, que incluye un amarillo apagado. Dentro de la misma línea formal, tenemos un amplio conjunto blanco, colocado encima de la muralla, que comprende pequeños triángulos iguales, cuya conjunción de tallados superficiales recuerda una manta araucana. Muy diferentes a los productos anteriores se muestran tres esculturas con color y apariencia de cuerdas entrelazadas y expresividad decididamente visceral. Asimismo, distinta emerge una alta columna compuesta por variadas vasijas, una sobre la otra, y que tiende a vincularse con lo artesanal.
Brugnoli y Errázuriz
Más de 30 años atrás lo llevaron a cabo. Hoy retoman aquel dúo. En él confunden sus creaciones respectivas el matrimonio Francisco Brugnoli y Virginia Errázuriz. Sin embargo, la personalidad de cada uno sale siempre a flote. La chimenea del lugar en que exponen -Instituto Italiano de Cultura Santiago-, convertida en mueble funcional, contribuye a acentuar el ambiente rupturista de la obra común presentada. Precisamente, dentro de los dos nichos a ambos lados de ese estilizado fogón hallamos el punto de partida para diferenciarlos. La austeridad, el minimalismo cerebral, la lucidez angular de Errázuriz contrasta, en la otra concavidad, con la calidez pop art de Brugnoli y su amontonamiento de desechos. Pero, al mismo tiempo, ambos se unifican dentro de una voluntad conceptual, a partir del objeto encontrado. La primera nos propone ahí la simplicidad de una regla metálica sobre un espejo cuadrado; nada más. Papeles plateados, arrugados y apelotonados alrededor de un Niño del Ganso de yeso, asimismo plateado, muestra la ironía kitsch del segundo. Pero el resto mayoritario de este eminentemente urbano Paisaje II, desplegado sobre el piso de los espacios del local, sabe unificarse dentro de una misma voluntad conceptual, a partir del objeto encontrado. Su capacidad para proporcionar interpretaciones múltiples hasta permite divisar un pesimista panorama del Chile actual, con sus limitaciones, su travestismo, sus falencias, sus ilusiones casi siempre frustradas.
Más allá de la unidad, de la armonía visual, analicemos la parte correspondiente a cada artista. Sin duda, ella participa con sus materiales típicos: rústicos tablones de madera, baldosas enteras y quebradas, ordenadas pilas de ejemplares de "El Mercurio", pedazos de espejos, marcos vacíos, todas ocasiones para que el ángulo predomine. A la inversa, de él vemos tarros de bebidas consumidas, barras de fierro envueltas por celofán o papel metálico, fragmentos muy desiguales de cerámicas, guaipe, toallas de diseño tropical, cables eléctricos, amarras rosadas conforman un hacinamiento de basura, cuyo mal gusto agresivo refleja una individualidad inconfundible. Y si quisiéramos destacar en este gran ensamblaje paisajista un homenaje a lo hermoso, detengámonos en la sobriedad de aquella obra de Virginia Errázuriz, compuesta por el ordenamiento paralelo de metros amarillos de carpintero, donde la identidad respectiva se disfraza con anónimo boleto de tren subterráneo. Aunque esta exposición haya concluido en estos días, las de verdadero interés siempre deben comentarse.
Cajonera
Pequeñas cajas sugerentes de Sofía del Pedregal
Lugar: Galería NAC
Fecha: hasta el 25 de junio
Métrica
Sobre todo, cerámicas geométricas de Amalia Valdés
Lugar: Sala Gasco
Fecha: hasta el 15 de julio