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Cartas
Martes 07 de junio de 2016
Salvemos la política
Señor Director:
A aquellos que hemos sido criados en "familias políticas", con padres, tíos, abuelos interesados por lo público, no nos deja de sorprender el fenómeno de la absorción de la política por los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales.
Pensamos que esta herencia de valores políticos era un activo en nuestras vidas que serviría para pensar, analizar, proponer y actuar en política. Ignoramos los peligros a los que está sometida la política moderna por la escenificación y teatralidad con la que se presenta en los medios. El desplazamiento del sistema político de los partidos políticos a los distintos medios -la TV a la cabeza- y su influencia sobre la gran masa de la población ha llevado a que los criterios racionales de la política se hayan sustituido por los criterios de audiencia (rating) de los medios. Para ellos, lo importante es la forma en que se presentan los hechos: personalizados -siempre hay políticos dispuestos a participar-, hechos cargados de emocionalidad y buscando dramatizarlos.
En los últimos días han sobrado los ejemplos: la Presidenta y su decisión de demandar a un medio; la renuncia de algunos parlamentarios a sus partidos; la entrevista a extremistas armados en La Araucanía. Los hechos existen y tienen fundamentos políticos serios y profundos que, sin embargo, son presentados por los medios como eventos circunstanciales. Ello se explica ya que los medios siguen su propia lógica (emociones y conmociones), no la de la racionalidad política. La política, en consecuencia, funciona cada vez más según los mecanismos de los medios de comunicación.
Estudios realizados en otros países señalan que siendo los medios la principal fuente de información para la mayoría de la población, sus reportajes críticos o negativos configuran en los ciudadanos una animadversión hacia la política y los políticos. Produce desinterés, distanciamiento, rechazo a lo político. Información negativa sobre política genera personas negativas hacia la política, independiente de los hechos que la generan. Personas que al mismo tiempo reciben información positiva tampoco cambian su opinión negativa hacia la política. En nuestro país las encuestas indican la existencia de un fenómeno parecido. Varias reformas políticas importantes aprobadas durante este Gobierno no logran cambiar el escepticismo hacia la política.
Quienes seguimos creyendo en la política y sus procesos racionales como expresión del sistema democrático hemos descubierto -en los últimos días- un oasis político en un desierto de desconfianza y negativismo: las consultas ciudadanas para una Constitución. Personas, de todos los orígenes, culturas y sensibilidades, concurren a opinar sobre derechos, obligaciones, atribuciones, necesidades y mecanismos que debiera contener la próxima Constitución. Estas consultas ciudadanas -más allá de si habrá o no una Constitución distinta a la actual- son el rescate de la política por los ciudadanos. Y ya se perfilan las dos tendencias clásicas: el idealismo social y el emprendimiento personal.
Eduardo Klein