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Cartas
Miércoles 01 de junio de 2016
Falso escenario constitucional
Señor Director:
El senador Felipe Harboe ha refutado, en carta publicada ayer, el planteamiento que sobre el proceso constituyente, abierto por el actual gobierno, reseñé en una columna en estas mismas páginas. Se trata, sin duda, de una discrepancia muy fundamental que conviene dilucidar con cierto rigor.
A mi juicio, la adopción de una nueva Constitución implica una profunda transformación del Estado, del sistema político y de los principios rectores en materia económica y social. Por lo mismo, ello solo procede cuando acontecimientos políticos relevantes permiten dar por agotado un modelo institucional, sea por la vía revolucionaria o las tensiones que espontáneamente se generan en el seno de la sociedad civil. Si un gobierno, interesado en promover cambios sustanciales, agita y convulsiona a la ciudadanía, a fin de justificar el reemplazo de la Constitución, está montando una "escenografía política" que, al carecer de sustento propio, puede provocar situaciones imprevistas y descontroladas ("salto al vacío"). No pueden, en esta materia, ignorarse las enseñanzas de la historia. Agréguese a lo anterior la falsa imagen de que con una nueva Carta Magna se resolverá automáticamente gran parte de las muchas carencias que nos afectan.
Hace poco más de un año, la preocupación de los chilenos distaba mucho de instar por un cambio constitucional, lo cual revela que se trata de una "necesidad artificial", ajena a los problemas que concentran nuestra atención, muy probablemente destinada a atenuar el descontento. No justifica esta estrategia la acusación de ilegitimidad que se imputa a la Constitución de 1980, si se tienen en consideración las modificaciones de que ha sido objeto (con el apoyo de prácticamente todos los sectores políticos) y los resultados y estabilidad creados bajo su vigencia. Ciertamente, se requieren modificaciones, como en la mayor parte de los cuerpos legislativos, pero no una sustitución integral como se pretende.
Más allá de la reducida participación ciudadana que se ha conseguido, celebro que este capítulo sirva para aumentar la cultura cívica de la población, etapa que debería ser previa a cualquier modificación de la institucionalidad imperante. El debate abierto por el senador Harboe, desde esta perspectiva, me parece una valiosa contribución.
Pablo Rodríguez Grez