Señor Director:

Tras las movilizaciones de los últimos años ha quedado al descubierto, por una parte, cómo diversos problemas de la convivencia social se relacionan con la Constitución vigente y, por otra, que el pueblo dispone del poder para cambiar esta realidad. En este contexto se inscribe el proceso constituyente, cuyo propósito es promover, de manera inédita, la participación ciudadana.

Esto, sin embargo, no se recibe bien en sectores conservadores. Cuesta esperarse otra reacción de quienes sostenidamente han transmitido un mensaje de exclusión: la institucionalidad del país puede construirse y funcionar sin la participación popular. El problema es que la ciudadanía ha planteado, con firmeza y perseverancia, que dicha institucionalidad debería funcionar mejor y, desde luego, contemplando participación democrática en su diseño.

Entonces, ante la fuerza de los hechos, aquellos que no apuestan por la participación democrática han tenido que modificar el mensaje original: sí, la ciudadanía podría participar en el diseño institucional, pero no está “preparada”, pues carece de los conocimientos y formación necesarios. Al respecto, dos observaciones: a) reducir el asunto a la acreditación (compleja y difusa) de conocimientos técnicos generaría discriminación entre ciudadanos, dejando en segundo plano valores constitutivos de la democracia, como el respeto, la tolerancia y la igualdad, inspiradores del actual proceso constituyente; b) el modelo educativo que subyace a la Constitución de 1980, precisamente, no promueve una formación democrática y participativa.

Exigir la acreditación de conocimientos técnicos y restar legitimidad a la participación de la comunidad significaría conformarse, otra vez, con una democracia a medias. Es cierto que ni la historia constitucional ni el modelo imperante alientan el diálogo democrático, pero la ciudadanía, a pesar del paso del tiempo y del peso de la tradición, no ha perdido la titularidad del poder constituyente, y, lejos de eso, hoy está consciente de la necesidad de ejercerlo. Desde la academia y distintas organizaciones debemos evidenciar los mensajes de exclusión y promover, como nunca, la participación.

Carlos Navia
Coordinador Área de Investigación Social
Instituto Igualdad