Eugenio Tironi, destacado analista y ferviente partidario de la Concertación y de la Nueva Mayoría, sufre, cada cierto tiempo -habitualmente cuando se acercan las elecciones-, de un impulso irresistible: aconsejar a sus adversarios, esto es, a la oposición de centroderecha.
Ya lo hizo en 2008 y 2009, cuando nos sugirió que la manera de enfrentar a la desfalleciente Concertación no era con una actitud enérgica, resuelta y diferenciadora (aquella que se denominó la estrategia de "el desalojo"), sino con la opuesta: ¿Qué nos decía entonces? Que para ganar, la centroderecha debía "presentarse como una proyección de la Concertación", "una fase del mismo proceso", ojalá "mimetizándose" y "cohabitando" con ella. Había que ser, según Tironi, "bacheletista-aliancista".
No le hicimos caso: por eso ganamos la elección presidencial del 2010.
Ahora vuelve a la carga y nos
insta a participar en el llamado "proceso constituyente". De paso nos critica por denunciarlo como lo que es: un proceso apartado de la legalidad, tramposo y con resultado ya escrito.
La forma de reformar la Constitución radica en el Congreso, no en un grupo de autoconvocados "cabildos" que a medida que avancen hacia los niveles provinciales y regionales serán el reino soñado de la "patota". ¿No es tramposo un proceso en que los llamados "facilitadores", los que según el decreto del gobierno que los nombra deben ser "independientes y neutrales", sean en gran número simples activistas políticos? ¿No está escrito el resultado cuando ya está oficialmente anunciado que, antes de fin de año, la Presidenta Bachelet enviará al Congreso un proyecto cuyo único propósito es que el actual Congreso se anule, deje vía libre a la asamblea constituyente y, además, rebaje los actuales quórums constitucionales?
Al rechazar una invitación mañosa... ¿se está restando la oposición al debate constitucional? Todo lo contrario: le está diciendo al Gobierno, fuerte y claro, que es en el Congreso donde se debaten las reformas constitucionales. Que presente la suya; nosotros tendremos la nuestra. Ahí veremos, sin presiones y sin "barras bravas", quién argumenta mejor y quién junta los votos para mejorar nuestro orden constitucional.
Aunque Eugenio no lo dice, algunos repiten -con ignorancia- que la oposición chilena está "cometiendo el mismo error" en que incurrió años atrás la oposición venezolana, que le dejó el campo libre al "chavismo" al no participar en las elecciones para renovar la Asamblea Nacional.
La situación chilena es exactamente al revés. La oposición, lejos de abandonar el Parlamento y abrazar el tinglado del "procedimiento constituyente", ha resuelto trabar en el Congreso Nacional la controversia constitucional. Lo que quiere el gobierno de Bachelet es que la oposición chilena cometa el mismo error de la venezolana: que abandone el Congreso. Es exactamente lo que harán los diputados y senadores de la Nueva Mayoría cuando voten a fines de este año a favor de la asamblea constituyente.
Eugenio apoya con entusiasmo la idea de que hay que "jugar el partido aunque la cancha sea dispareja", y yo agrego... el árbitro saquero, el reglamento desconocido y el público partidario de un solo equipo. ¿Por qué habría la oposición de aceptar ir a jugar el partido a los cabildos si el Congreso tiene normas conocidas, la cancha reglamentaria es equitativa y no hay árbitros "truchos"?
El aplauso gobiernista a quienes desde la oposición se suman al "proceso constituyente" tiene un nombre conocido: "canto de sirena".
Eugenio, esta historia (la tuya) es conocida. A la hora de dar consejos a la oposición preferimos recordarte, con amistad cívica, el refrán popular: "No me ayude, compadre".
Andrés Allamand