Señor Director:

Comparto lo que dicen los doctores Castro y Horvitz en su carta del 21 de abril: la solución a la crisis carcelaria no pasa por construir más cárceles, sino por focalizar los recursos en infraestructura, formación y condiciones de trabajo para los funcionarios penitenciarios. A esto sumaría el camino que ya inició Gendarmería: mano dura contra la corrupción, respeto sagrado por los DD.HH., sistemas eficaces de reinserción para la población refractaria y reincidente, y una nueva institucionalidad que permita mejor gestión.

Pero quisiera añadir que nada de esto sucederá si no se desideologiza la discusión sobre delincuencia y cárcel, en la que han primado los argumentos que se sustentan en la ideología del miedo y del castigo. Las cárceles son lo que son, no porque no haya plata o conocimiento sobre lo que hay que hacer, sino porque seguimos creyendo que el miedo a la cárcel es más efectivo que la justicia social.

La precariedad, abandono y violencia que se vive en las cárceles son expresión de esta ideología que aún subsiste en nuestro país. Desde la experiencia de muchos años de trabajo carcelario de la Iglesia Católica, podemos decir que lo primero es la convicción ética y política de que no es el castigo ni el miedo lo que modifica las conductas de las personas o la historia de las naciones. De hecho, la muerte del Presidente Aylwin nos ha hecho recordar -con mucho dolor- cómo el miedo y la muerte no lograron destruir el alma de nuestras instituciones políticas. El miedo nunca transforma, nunca hace justicia.

El problema de la delincuencia seguirá presente en la vida de los ciudadanos, y la precariedad carcelaria seguirá llenando páginas y páginas de informes, si el punto de partida de la discusión son la amenaza y la condena. Debemos avanzar en seguridad ciudadana, infraestructura carcelaria y todo lo demás. Pero para que esto ocurra, debemos elegir primero el marco de lo justo, y no del temor, para desde ahí construir un país que entregue lo justo a todos y desde la cuna. Esto es lo que asegura la paz social.

P. Luis Roblero sj
Capellán de Cárceles