El título original de esta película significa "Yo veo, yo veo", lo que es mucho más leal con una cinta cuyo centro es la mirada. Como en la clásica
Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju, el material es lo que se ve y lo que se deja de ver, lo que se esconde a la mirada y la mirada que se esconde, una dialéctica que se asoma al vértigo y a la perturbación cuando se relaciona con los bordes esquivos de la identidad. Mirada y ser, mirada y pavor.
La segunda referencia está en la apertura del relato, una escena de un legendario filme austríaco, La
familia Trapp (1956), de Wolfgang Liebeneiner, con Ruth Leuwerik cantando la "Canción de cuna", de Brahms, junto a un grupo de siete niños, imagen de la familia feliz y unida que se dispone a compartir un sueño pastoral.
Buenas noches, mamá trata sobre una familia, pero una familia quebrada, en pleno naufragio. Es un grupo mínimo: la madre (Susanne Wuest) y los gemelos de nueve años Elias (Elias Schwarz) y Lukas (Lukas Schwarz). En el momento inicial, la madre regresa a la bella casa emplazada junto a un lago con el rostro cubierto por los vendajes de una cirugía plástica. Poco se sabe sobre ella: es una presentadora de la televisión austriaca, se llama Marie-Christine Mettier y acaba de atravesar por un divorcio traumático.
Los niños son iguales y a la vez diferentes. La relación de la madre con Elias parece normal; con Lukas, es oscuramente problemática. Solo un observador muy atento puede notar cuál es el problema con Lukas: la huella está allí, solo que escondida, elusiva, fugaz. El caso es que, ya en la primera noche de su regreso, los niños sienten que esta mujer de "ojos sin rostro", bajo cuyos vendajes se adivinan hematomas monstruosos, es muy diferente de su madre. De nada sirve que, unos días después, ella aparezca con el rostro descubierto: la sospecha ya se ha instalado.
La historia está estructurada en dos partes nítidamente diferenciadas, aunque asimétricas. En los primeros dos tercios, la tensión entre la madre y los niños solo se acumula. En el tercio final, estalla con un despliegue de violencia y crueldad. En todo el metraje, no aparecen más de 10 seres humanos: es un relato interior (no de interiores), que transcurre más en la conciencia de los personajes que en aquello que parece ser la realidad.
Los cineastas Severin Fiala y Veronika Franz -periodista y esposa del director Ulrich Seidl, autor de ese ejercicio de crueldad que es
Paraíso: Amor- urden con delicadeza esta trama que depende de una revelación final cuyas huellas deben ser necesariamente muy sutiles. Y, a diferencia de otras películas con trampas similares,
Buenas noches, mamá es una cinta en especial sólida, gracias a la coherencia entre su estrategia fílmica -enigmática, siempre inquietante- y los inestables y perturbadores temas que le interesan.
Ich seh, Ich seh Dirección: Veronika Franz y Severin Fiala.
Con: Susanne Wuest, Lukas Schwarz, Elias Schwarz.
99 minutos.