Señor Director:

Chile tiene hoy un problema delictivo serio, con un aumento en la victimización por delitos contra la propiedad en un tercio durante la última década, un aumento de la violencia y una tasa de homicidios tres veces la de Canadá o España. Gran parte de los ilícitos contra la propiedad se dan por la existencia de industrias organizadas de comercialización y venta de bienes robados. El crimen organizado y las pandillas están desplegados en Chile, y los costos del crimen y la violencia para las empresas son el peor indicador, por lejos, del pilar institucional del Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial.

La duplicación del gasto público en los últimos seis años no ha tenido impacto porque seguimos reaccionando ante el delito, y no en anticipar su ocurrencia, y seguimos sin emprender las al menos 10 reformas que el país requiere con urgencia para hacer valer la ley y reducir la criminalidad, con respuestas focalizadas, eficaces y sistemáticas en lugares que concentran problemas delictivos y delincuentes prolíficos. Entre ellas están la puesta al día de las policías y de Gendarmería, y la separación del Servicio Nacional de Menores. Hoy, no solamente no prevenimos, sino que en más del 90% de delitos contra la propiedad la respuesta de la institucionalidad penal no es ni rápida ni certera, clave para la credibilidad del sistema.

En este contexto, y habiendo aumentos delictivos importantes en distintas categorías de delitos en decenas de comunas en todo el país, y ad portas de una elección de alcaldes, dos comunas del sector oriente que sufrieron alzas importantes en delitos violentos contra la propiedad durante el último año, y ante la falta de efectividad de las instituciones para frenar dichas alzas, decidieron implementar un medio de vigilancia aérea, con cámaras de vigilancia.

Más allá del debate sobre el derecho a la privacidad, que es necesario de tener, las dos experiencias dan cuenta de que la tecnología no es, por sí sola, una respuesta. Las evaluaciones rigurosas sobre cámaras de televigilancia en postes o paredes -por ejemplo, en el Reino Unido- señalan que estas son más efectivas en estacionamientos, y no suelen funcionar en espacios públicos céntricos.

Pero, sobre todo, destacan que su implementación es la clave para que funcione. La vigilancia puede generar un mero desplazamiento, o tener un real impacto, dependiendo del tipo de delito específico que se desea prevenir, y si es que las imágenes forman parte de un plan conjunto con policías y fiscales que hagan creíble al delincuente la amenaza de ser castigado si se es filmado. Es decir, si hay una teoría causal con evidencia detrás.

Que los delitos bajen en su radio es positivo, pero no es por sí solo una demostración de su impacto, ya que hay que controlar, por la tendencia previa, otros factores relevantes, distinguir tipos de delitos, y ver qué pasó en otros cuadrantes sin cámara. Tanto Vitacura -que no tiene globos- como Lo Barnechea y Las Condes registraron disminuciones en algunos tipos de robos, pero aumentos en otros. Cabrá preguntarse, entonces, si es la mejor solución considerando no solo el costo directo, y si como sociedad consideramos razonable recurrir a innovaciones de este tipo para darle tranquilidad a la ciudadanía, y a las que las comunas con menores recursos no tendrán acceso jamás.

Catalina Mertz
Directora ejecutiva Fundación Paz Ciudadana