Señor Director:
No debe sorprender la "demoledora situación carcelaria" sobre la que da cuenta la prensa en estos días. Muchas instituciones vinculadas al mundo carcelario llevan tiempo planteando la necesidad de revisar, desde las políticas públicas, no solo el drama al interior de los penales, sino también la relación entre delincuencia y reclusión.
La cita a que alude el Padre Nicolás Vial
en su carta publicada el 24 de febrero, "Chile se merece la delincuencia que tiene", es dramática justamente por la incapacidad que se ha tenido para enfrentar el drama social de la prisión y replantear la ecuación delito-cárcel. El argumento de la llamada "puerta giratoria", que supone que existe impunidad y débiles sanciones, es en parte culpable del problema, pues se origina en una concepción de la cárcel como la solución al drama de la delincuencia. La mala noticia para sus defensores es que los delincuentes salen en libertad antes o después de todos modos, y sin programas de rehabilitación y reinserción, lo más probable es que vuelvan a delinquir.
El problema es más agudo en el caso de las mujeres. Y es probable entonces que "Chile se merezca" no solo la delincuencia que tenga, sino también el problema social que se origina cuando una mujer privada de libertad debe abandonar su familia, y sus hijos quedan a la deriva. Por cada mujer que ingresa en prisión, en la mayoría de los casos madres solteras y principales sostenedoras, aproximadamente tres niños quedan a la deriva.
¿No nos merecemos, entonces, como sociedad, revisar nuestras políticas carcelarias? Existen estudios y experiencias internacionales que sugieren insertar el problema carcelario en toda su complejidad, especialmente social. Es también urgente aplicar políticas con criterios de género, de manera de discernir adecuadamente las penas apropiadas, para así evitar que por castigar la delincuencia terminemos aumentándola. Y en el caso de las mujeres, victimizando a niños inocentes.
Ana María Stuven
Presidenta Corporación Abriendo Puertas