Cuando yo era niño, la gente se burlaba de las personas que no vacacionaban en el verano y se quedaban a soportar el calor de la ciudad en enero y febrero. "¿Fuiste de vacaciones a la playa de estacionamiento?", les preguntaban a los que en marzo lucían ese característico tono de piel verde-de-tubo-fluorescente. Y todo el mundo se reía. Y entonces inventaron la crema autobronceante, y eso se echaba en la piel la gente que no salía de vacaciones. Esas personas se quedaban en su casa, no salían ni a la esquina, no recogían el diario en el antejardín y simulaban que habían ido a alguna parte para evitar el cruel bullying de los que sí habían logrado salir de la jungla de concreto.
Pero eso era antes. Hace 30 años o más. Hoy, Chile ha cambiado; creció, se modernizó y muchísima gente (la amplia mayoría) tiene la posibilidad de salir de vacaciones en el verano. Ya no es un lujo de muy pocos. De hecho, la cosa se dio vuelta completamente.
Hoy, el lujo es no veranear en febrero. En serio.
Trabajar en febrero tiene muchos beneficios. Las ciudades están vacías y no hay tacos. Tampoco hay jefes. Ni exigencias ni reuniones tensas. La vida fluye simple. Es posible irse más temprano a la casa y llegar un poco más tarde a la oficina en la mañana. A nadie le va a importar demasiado. Los almuerzos pueden ser con sobremesas largas. Y nadie se va a dar cuenta.
La gente que trabaja en febrero, muchas veces lo hace porque toma sus vacaciones en mayo, junio, julio o agosto, cuando es verano en el hemisferio norte y para nosotros rige la temporada baja en vuelos de avión. Van a destinos increíbles a bajo costo cuando el resto tiene que soportar el crudo invierno chileno y empujar el carro cuando las condiciones son más adversas.
Escribo todo lo anterior para concluir que admiro a los que no veranean en febrero. Yo estoy saliendo de vacaciones ahora, pero me doy cuenta de que es un error. De hecho, me pongo a pensar en personas que saben vivir bien la vida y están todos trabajando ahora.
Qué envidia. Además, la gente que veranea en febrero se pierde los festivales noticiosos de este mes, que se está convirtiendo en uno de los más acontecidos del año. Uno se queda sin ver, por ejemplo, la humita del vocero de verano del Gobierno; que se llama Osvaldo Soto y que luce un corbatín inolvidable. Yo suponía que usaba la prenda para darle realce a su rol gubernamental, cuestión que me parece estupenda, pero me dicen que se trata de una tradición radical y masónica. Como sea, creo que Soto y su humita son un imperdible del verano santiaguino. Me señalan que luego asumirá la ministra Pascual, del Partido Comunista, como portavoz del gobierno de Michelle Bachelet. Las expectativas son que tenga un desempeño descollante y que quede instalada como número fijo para las elecciones parlamentarias -y hasta presidencial "y la boquita te queda donde mismo", como me dijo el último amigo comunista que me va quedando-.
Y claro, siempre estará la expectativa de que ocurra un terremoto (como el del 27-F o como el caso Caval), que nunca son descartables tanto en la geografía como en la política.
Como ven, me voy de vacaciones un par de semanas con sentimientos encontrados. Por un lado necesito el descanso, pero por otro, envidio a los que se quedan.
Nos reencontramos en marzo.