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Domingo 14 de febrero de 2016
Proeza en el Aconcagua
A las cinco de la tarde del 16 de febrero de 1986, el andinista aragonés Fernando Garrido (27) cumplió su objetivo de batir el récord mundial de supervivencia en altura. En medio de adversas condiciones climáticas, completó 61 días seguidos sobre el Aconcagua, la cumbre más alta de América (6.962 metros), superando la marca del francés Nicolás Jaeger, en 1979, en el monte Huascarán (6.768 metros) de Perú, quien murió un año después, en el Himalaya, tratando de mejorar su propio registro.
"El Mercurio" dio amplia cobertura a la hazaña, destinando al periodista Erasmo López, en la fase final, a la misión de transmitir reportes diarios de la expedición. Acompañado de montañistas profesionales, incluso llegó hasta los 6.000 metros, sorteando un violento temporal "blanco". Resistió allí y estableció sorpresivos contactos radiales con el rey Juan Carlos y el Primer Ministro Felipe González, interesados en todos los pormenores. "Transmítale mucha fuerza y el apoyo moral de todos los españoles", dijo el monarca.
En entrevista exclusiva con el enviado especial, Garrido reconoció: "Sentí miedo como nunca en mi vida. Algunas jornadas me aterré. Una tormenta de rayos impresionantes casi me hizo desistir". Confesó, además, que soportó temperaturas de hasta 25 grados bajo cero, aparte de problemas de altura y escasez de oxígeno.
Los riesgos siempre lo acompañaron. "Las primeras tres semanas resultaron muy difíciles. Comencé a tener problemas con las congelaciones de pies y manos. El frío era insoportable. Pero logré superarlo y evitar una gangrena. Por otro lado, estaba harto de comer alimentos enlatados. Lo que más añoro ahora es disfrutar de una ensalada".
Sobre cómo transcurría un día normal en el "techo de América", respondió: "El sol alumbraba como a las 7. Luego del desayuno, seguía durmiendo. Mi plan era matar las horas y que el tiempo pasara lo antes posible. A las 12, salía de mi carpa para hacer contacto radial con Chile y volver a almorzar. Luego, siesta y la tediosa tarde. Al despertar, un poco de lectura y apuntes. Me acostaba a las 19 horas en mi saco de dormir, abrigado al máximo, para comer y, nuevamente, dormir".
En cuanto a la proyección de la odisea se comentaba: "Más que lo deportivo, tiene una importancia científica. Será un valioso aporte a la fisiología de altura. El hecho de que Garrido haya vivido más de dos meses a casi 7.000 metros y con poco oxígeno cambiará las actuales apreciaciones médicas acerca de este tipo de supervivencia".