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Editorial
Sábado 13 de febrero de 2016
Aportes privados a la cultura
Es necesario que en Chile se cultive en este ámbito el espíritu filantrópico, que tan buenos resultados ha dado en países avanzados, entregando recursos mediante donaciones...
El Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) prácticamente no recaudó donaciones privadas durante el año 2015, según recientes declaraciones del ministro de Cultura, Ernesto Ottone, a este diario (mientras, el aporte del Estado corresponde a cerca del 82% de su financiamiento total). Desde el inicio de las actividades de dicho centro cultural, se planteó un modelo de negocios de provisión mixta de recursos, para lo cual se le asignó un estatuto jurídico especial para facilitar la captación de dineros del sector privado. Ello justificaría la gran asignación de fondos que cada año le entregaría el Consejo de la Cultura y las Artes para su funcionamiento, dejando su eventual crecimiento y consolidación programática a lo que pudiera concretar en su gestión con el sector privado. El vacío producido dificulta el futuro de dicho centro, que ya inició la construcción de su última etapa, una sala de conciertos para dos mil personas.
Lo sincerado por el ministro respecto de dicho centro cultural puede extenderse en general a toda la actividad que llevan a cabo los diversos teatros regionales, como los de Temuco, Concepción, Maule, Rancagua y otros, en que el trabajo de programación, muchas veces loable, que han podido levantar con gran esfuerzo equipos de gestión locales solo obtiene financiamiento municipal o sectorial proveniente del Consejo de la Cultura, y apenas un marginal compromiso empresarial. No hay hasta ahora una experiencia que permita hablar de una participación activa del sector privado en la actividad de cultura que se desarrolla en recintos profesionales mediante aportes particulares o de empresas, ni tampoco de otras modalidades que facilitan la cooperación, como el uso de la Ley de Donaciones Culturales o el simple auspicio comercial de eventos específicos.
La gran excepción a esta realidad es el Teatro del Lago, de Frutillar, magnífico aforo construido gracias al espíritu filantrópico de una familia que se ha comprometido con la comunidad con un proyecto cultural de gran ambición y profesionalismo. Sin embargo, la gestión de dicho centro no ha sido fácil, por diversos motivos, vinculados en parte a la necesidad de establecer audiencias fieles que permitan asegurar el proyecto en una zona de menor densidad poblacional. Eso ha llevado a sus propietarios a plantear la necesidad de contar con una subvención pública, para aliviar los costos. El ministro Ottone se comprometió a estudiar dicha posibilidad.
Esta realidad, desigual entre los proyectos culturales emprendidos ya por el sector público o por el privado, hace patente la necesidad de un gran debate nacional en torno a la urgencia de una fórmula de colaboración mixta que garantice el futuro de los diversos teatros inaugurados en los últimos años en Santiago y regiones, allegando recursos de ambos sectores, como único modelo de negocios posible. Es necesario que en Chile se cultive en este ámbito el espíritu filantrópico, que tan buenos resultados ha dado en países avanzados, entregando recursos mediante donaciones, que por sí mismas han despertado una demanda y creado nuevas audiencias allí donde no existían. Es un complemento esencial al aporte del Estado a la cultura, y del todo deseable desde un punto de vista estratégico.