Señor Director:
En una carta de opinión publicada ayer, mi siempre bien ponderado colega Carlos Klammer me critica por haber recordado un manido chiste de don Otto para sustentar la posición que sostengo en cuanto a que por ahora no conviene denunciar el Pacto de Bogotá, lo que atribuye a mi falta de "argumentos de peso".
Emplear el sentido del humor no es un síntoma de debilidad argumental. En ese caso, el embajador Klammer habría censurado también al ex Presidente Frei, al ex ministro Hernán Büchi y al historiador Joaquín Fermandois, quienes en estos últimos años han recurrido al mismo chiste de don Otto, en estas mismas páginas de "El Mercurio", para apoyar sus puntos de vista en diferentes materias, aunque no en asuntos relacionados con cuestiones territoriales (el cumplimiento de las sentencias internacionales).
Pero si al embajador Klammer no le agrada el humor, me permito citar la opinión de un renombrado literato de nuestro continente, el Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien si bien no citaba el chiste comentado, expresaba hace dos años sobre las exhortaciones a denunciar el Pacto de Bogotá: "Espero que Chile no cometa esa insensatez. Sería romper la unidad de Latinoamérica que existe en ese campo y que crea una legalidad que sirve por igual al conjunto de América Latina. Espero que esa política no perdure. Es del peor nacionalismo. Un nacionalismo que defiende una especie de aislamiento jurídico. ¿Qué cosa puede ganar Chile con una actitud de ese tipo? Creo que es una manifestación de una rabieta temporal" ("El Mercurio", 31 de enero de 2014).
Por cierto, este pronunciamiento es opinable, pero evidencia que este delicado tema requiere de mayor reflexión.
Jaime Lagos Erazo