Este libro -editado a fines de 2014- ganó el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2016, lo que ha vuelto a llamar la atención sobre uno de los narradores jóvenes más interesantes de su país. Solano fue a Corea por seis meses, a una residencia literaria, en 2007. Conoció allá a Soojeong Yi -o Cecilia, como la llama en el libro-, su actual esposa; vivieron en Colombia y España, pero terminaron por recalar en Corea, primero en Busan, donde vive la familia de Cecilia, y luego en Seúl. Ahí comienza este libro, con la llegada a la capital y el arriendo de un departamento en el barrio de Itaewon, muy cerca de la enorme base militar estadounidense, del río Han y de muchos bares, y sigue el ritmo de las estaciones, desde el crudo invierno hasta el otoño seulita.
Hay muchos diarios y crónicas de viajes. Solano funde ambos géneros; periodista con gran experiencia y autor de dos novelas, pulsa muy bien ambas teclas en un libro híbrido que podría funcionar, más o menos, como una guía de Seúl en varios aspectos -algunos barrios, algunos tipos de tribus urbanas o nacionales, hábitos culinarios, algunos rasgos particulares de Corea-, pero en realidad es mucho más que eso. Solano se expone. Habla de sus decisiones creativas, de sus diversos trabajos en la península (actor en una película donde su papel es acosar sexualmente a una estudiante; locutor para la radio estatal que transmite en varios idiomas; jurado de un concurso de traducciones, entre otros), de la cárcel que es su cabeza en los largos días de soledad que pasa en su departamento, del matrimonio ("No sé qué es mejor, si envejecer junto a Cecilia en paz y en medio de un dulce aburrimiento, o vivir creyendo que se puede amar a varias mujeres, una tras otra o a la vez"), de sus lecturas y autores favoritos (como el desgraciadamente poco conocido Albert Cossery), de los amigos ausentes y de esa sensación de ser el único distinto, el habitante de otro planeta, en un ascensor. Esa exposición, a ratos cruda, por momentos melancólica, de vez en cuando exultante, es lo que da mayor valor a este libro bellamente escrito, pero sobre todo muy bien pensado. Hay citas que puntúan el relato y dan cuenta, también, de la soledad y el riesgo de la escritura, muy bien asumidos por Solano.