Universidad de Chile vive un grave problema de expectativas. Contrató a un técnico con una historia reciente muy exitosa, potenció su plantel para avanzar como mínimo un par de etapas en la Copa Libertadores, diseñó una estrategia para borrar con celeridad las opacas campañas anteriores, afinó su equipo para ser protagonista principal del torneo local y articuló un discurso institucional poco menos que para anunciar el inicio de una nueva era. ¿Así, qué hincha medianamente entusiasmado no se iba a comprar el paquete completo y soñar que los últimos dos campeonatos habían sido solo un accidente?
Los hechos, como sabemos, no han sido complementarios con la ilusión y el resultado es que al cabo de un mes de escuchar los mejores deseos, Universidad de Chile vive un tormento digno de un equipo que disputa el descenso y que sufre por una inminente bancarrota. Todos los fantasmas de un nuevo y rotundo fracaso se ciernen sobre el club que mayor esfuerzo financiero hizo en la intertemporada y la sola opción de volver a ser un actor secundario asoma casi como una enfermedad terminal. La posibilidad de que Beccacece no sea el alumno aventajado de Sampaoli sino que un simple y mortal entrenador se visualiza como una desgracia de proporciones; la interrogante sobre la calidad real de los refuerzos ya se convirtió en una discusión de moda y la exigencia por jubilar anticipadamente a los símbolos de otras gestas aparece como un imperativo.
Para enriquecer la descomposición del paisaje azul, los propios referentes se funden en un estado de contradicción. Beccacece se muestra conforme con el rendimiento del equipo, aunque no pueda ganarle a San Marcos ni a River Plate en el Nacional; el timonel Carlos Heller admite que Universidad de Chile no está preparada para ir a Copa Libertadores, pese a que se gasta un camión de dólares en traer jugadores y llena de elogios al plantel después de arrasar a O'Higgins; los jugadores alaban el planteamiento táctico del entrenador, pero en la cancha se debaten entre la posesión y la sorpresa, el dominio y la eficacia.
La realidad es dura desde donde se mire: Beccacece fue un ayudante técnico que se independizó de un jefe exitoso, pero su actual realidad es la de un entrenador en período de aprendizaje, cuya matriz de juego está en evolución. El plantel llamado a cambiar el pasado cercano sigue siendo prácticamente el mismo que en el torneo anterior desarrolló un rendimiento menos que mediocre, solo matizado engañosamente por la obtención de la Copa Chile. La directiva puso la mayor parte del presupuesto para reforzar el patio trasero, pero la gran debilidad del presente azul parece ser la falta de gol. Y el sufrido hincha, que convencido de que con las incorporaciones en la banca y en el camarín todo cambiaría para mejor, hoy se desvela porque si no derrota este fin de semana a Palestino, la distancia con los líderes podría tornarse inalcanzable.
La única certeza en Universidad de Chile es que las premisas partieron erradas.