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Cartas
Jueves 11 de febrero de 2016
Reinserción
Señor Director:
A propósito del editorial de "El Mercurio" del domingo pasado, que enfatiza en la urgente necesidad de contar con políticas eficaces para la reinserción de los privados de libertad, quisiera alertar que un mal diagnóstico de las causas de la delincuencia podría estar en el origen de los malos resultados, como los que hoy tenemos.
Continuando con la argumentación de mi carta anterior (domingo 7 de febrero), la cárcel, más que reproducir prácticas delictuales -la escuela del delito-, reproduce dinámicas de marginación, precariedad y violencia que se encuentran en la base de la mayoría de los pobres que delinquen.
La puerta giratoria no está en los tribunales, sino que en la cárcel, porque es ella la que sigue precarizando a la persona y reproduciendo la delincuencia. Pero si existiera voluntad política y ciudadana, la cárcel podría interrumpir estas dinámicas entregando los bienes sociales básicos que promueven y permiten el desarrollo de la dignidad humana, tales como habitabilidad digna, educación, desarrollo afectivo y psicosocial, y trabajo. La cárcel se podría entender como un espacio de reparación humana, es decir, como un espacio de justicia y no de reproducción de castigo, violencia y delincuencia.
Las inhumanas condiciones que sufren tanto presos como gendarmes -Calama, Copiapó y Talca sobrecogen el alma- son el reflejo del errado diagnóstico que ha guiado la discusión sobre el sistema carcelario, poniendo el acento en la seguridad y castigo, y no en la reparación del daño padecido desde la cuna del que termina delinquiendo y violentando la vida y hogares de tantos inocentes. Las políticas carcelarias deben asumir la tarea de hacer justicia y no de reproducir las injusticias.
P. Luis Roblero S.J.
Capellán de Cárceles