Nos dicen que hay que hacer algo con el CDF (venderlo, vender un porcentaje, concesionarlo, lo que sea) para resolver la crisis financiera de los clubes.
Una insensatez. ¿O acaso alguien sabe de alguna ocasión, una nada más, en que el aumento de los ingresos haya permitido financiar a los clubes chilenos? Ni una. Nunca. Jamás. Cada vez que se produjeron esos ingresos solo se logró que aumentaran los gastos. ¿En qué? En sueldos de jugadores y cuerpos técnicos. ¿Infraestructura? Cero. ¿Desarrollo técnico? Cero. ¿Institucional? Cero.
La historia es tan antigua como el fútbol profesional. De hecho, el profesionalismo nació en nuestro país como una forma de que los clubes pudieran exigir rendimiento a sus deportistas rentados, que eran supuestamente aficionados y no había cómo hacerles exigencias. Jugaban como amateurs y cobraban como profesionales. Y cuando se hicieron investigaciones al respecto, estas fracasaron ante el "extravío" de los libros de contabilidad de las instituciones.
Desde entonces (bastante antes de 1933) hasta hoy nada ha cambiado: los clubes gastan más de lo que recaudan. En esos primeros años del profesionalismo (años 40), Magallanes propuso una fórmula a su plantel: ganarían según su rendimiento en cancha. Funcionó de maravillas... mientras ganaron. Y el plantel lo desahució cuando llegaron las derrotas.
Hoy nos quieren convencer de que la cosa financiera se echó a perder con las sociedades anónimas. Otra insensatez. Nos dicen cosas tan locas como que antes, cuando el fútbol era "del pueblo", se jugaba "por amor a la camiseta" y los clubes eran un "bien social".
¡Qué frescura decir esas cosas! Los clubes nunca fueron de sus hinchas. Ni mucho menos. Pertenecieron siempre a ciudadanos (unos bien inspirados y otros muy avispados) que llegaban para quedarse y meter mano en la caja del "club de sus amores" y allegar fondos a sus cuentas personales (los avispados). Asistencias y recaudaciones truchas, transferencias de jugadores por cantidades arregladas, todo sirvió siempre para que robaran estos dirigentes "elegidos democráticamente" por unas "bases" que no entendían ni palote de las cuentas públicas que rendían ante asambleas más arregladas que los balances.
"Antes era distinto", nos dicen. Claro que era distinto, pero no mejor. ¿Recuerdan los nostálgicos cuántas veces dirigentes irresponsables de clubes de provincia terminaban recurriendo a la autoridad para que se llamara a un Cabildo Abierto para encontrar a un vecino despistado y endosarle un club quebrado? ¿Y las "Colotones" y otras tones por todo el país para juntar plata y pagar sueldos?
Así es que no vengan con cuentos para engañar a menores de edad que aún no llegaban al circo cuando estas cosas sucedían y a mayores que no tienen tiempo para leer y saber. El tema no son las sociedades anónimas, que nacieron como una forma (con todos los defectos que tienen) de poner algo de orden en el caos que se engullía al fútbol desde los orígenes más remotos del profesionalismo.
El problema son los irresponsables. Los dirigentes irresponsables, anónimos o no. Los que pueden vender diez veces el CDF y se endeudarán doce veces más.
Estos sí que son como los de antes.